Macarena Berlín presentó ayer en El Corte Inglés su novela Háblame bajito (Suma) que aborda la vida de Pita, una cuarentona que tiene que afrontar sus miedos y su vida tras una nueva ruptura sentimental.

-¿Háblame bajito es un alegato contra el ruido?

-El ruido forma parte de la contemporaneidad y tenemos que asumirlo y vivir con él si queremos sobrevivir pero sí es una petición de que nos hablen bajito, de que esas voces contemporáneas no nos exijan tanto, que sea cada uno el que se exija lo que quiera, lo que necesite y lo que considere que tiene que exigirse.

-¿Una llamada a la reflexión?

-A saber vivir en nuestro propio mundo, en el de cada uno. Ahora hay voces muy críticas con el éxito del ocio. Se nos pide que las vacaciones sean perfectas, que disfrutemos de ellas y si tienes un mal verano has fracasado. La vida es otra cosa, inesperada, incierta e inabarcable. Te pueden ocurrir muchas cosas y te genera mucha frustración el pensar que estás siempre en debe con la sociedad, con tus padres, con tu pareja… Se nos exige que seamos la mejor versión de nosotros mismos y, al final, hemos optado por exigirnos esa mejor versión y es imposible.

-Y a la mujer se le exige más...

-Sí, por supuesto, sin dudar. Por ejemplo, se le exige que llegue mucho más arriba que el hombre en todos los sentidos, que sepa adaptarse, brillar sin brillar para no asustar a nadie. Las mujeres que triunfan son ambiciosas, nunca son mujeres que quieren dar más de sí, si no tienes pareja eres sospechosa, ¿cuándo se ha dicho eso de un hombre? Hemos dado por hecho ciertos discursos que se asocian a las mujeres y no a los hombres.

-¿Lo ha sufrido?

-La mía es una profesión muy liberal aunque el machismo está encima de la mesa siempre. Mi empresa siempre me ha dado alas para volar pero somos las mujeres las que tenemos feminizar los contenidos y ponernos las gafas moradas. ¿Por qué? Es una cuestión de derechos humanos. Hemos apartado a las mujeres de la historia por el hecho de ser mujeres y nosotras hemos dejado que las aparten. Es momento de recuperar ese patrimonio que nos falta por vosotros y por nosotras.

-¿Cuánto hay de Macarena Berlín en su protagonista?

-Hay mucho porque no podía ser tan soberbia de crear un personaje muy diferente a mí en mi primera novela. Me daba mucho pudor pero a la vez me reté, vamos a hacerlo, a ver qué pasa. Hablando con Roncagliolo me dijo que un autor siempre tiene que hablar de lo suyo porque si no estará copiando a otro y eso me empoderó para hablar de Pita. Tenía que darle cosas que conociese, por lo tanto muchas veces son cosas mías, no sé si está mi herida ahí, creo que no, que las mías son otras. Ella ha crecido con una sobreprotección que yo no he tenido, he sido criada por una maestra sola muy pedagógica y he crecido con el equivócate, cáete y levántate.

-¿Qué importancia tiene Hablar por hablar en esta novela?

-Hablar por hablar tiene mucha importancia en mi vida. Los oyentes me han hecho la mujer que soy, me han ayudado a mirar la vida de frente, no sé si a superarla porque la vida es inesperada y te pega unos palos que te destroza y no es fácil volver a levantarse pero me han dotado de valentía y antes no la tenía.

-¿Cómo fue el cambio de escribir para la oralidad a hacer una novela?

-Entendí que tenía que buscar mi estilo. Quería hablar de radio pero no la que percibe el oyente sino la que hacemos los radiofonistas, los pasillos, las reuniones… Y quería hablar de contemporaneidad, de esas necesidades de estar a la última tecnológicamente hablando. Me costó encontrar el nombre de Pita, me surgió en una cena con amigos al conocer a una chica. Hasta entonces se llamaba Luz, como mi abuela de Zaragoza.