Abrazos y más abrazos. Así de emotivo fue el reencuentro de los realizadores Josep Maria Dom¨nech y Carles Bosch con los protagonistas de Balseros , la película con la que optan al Oscar al mejor documental. Cinco de los siete emigrantes cubanos que aquel verano del 94 se lanzaron al mar tras la estela del sueño americano acudieron este fin de semana, desde varios puntos de EEUU, a la llamada de estos reporteros de TV-3. El lugar de encuentro era Miami. El motivo, celebrar juntos, como una gran familia, la nominación.

Estuvieron Méricys, que vino con su hija Yeni; su hermana Misclaida y su exmarido, Juan Carlos. También Oscar y Guillermo, que vive con su familia en Miami. Sólo faltaban Rafael, que sigue en Nebraska con una vida atada a la iglesia evangelista, y Miriam, la balsera que abrazaba el televisor cuando veía corretear a la hija que dejó en Cuba.

El primer avión que aterrizó fue el de Oscar. Más delgado, con tres cadenas de oro, sonriente, el balsero que conoció el lado oscuro del Bronx presentó a su nueva novia, Lisa. "Si no la traigo, no se lo creería", bromeó .

ILUSIONADOS

En el aeropuerto lo aguardaban Dom¨nech y Richard Schweid, un periodista norteamericano que ha sido clave en las tareas de producción de esta película. Mientras se acercaba, Oscar silbaba. A los pocos segundos sus compañeros de rodaje se abalanzaron sobre él. Era un momento muy esperado. "Ganamos seguro, como que me llamo Oscar", aseguró. Humor no le falta, y ánimos, tampoco. "Tengo fe. Esta película se lleva el premio".

Oscar todavía no ha podido ver la versión cinematográfica, pero ha recibido muchas felicitaciones. "A mi pueblo no ha llegado". Aún recuerda el impacto del tercer reportaje televisivo, el más largo, el que recorría sus vidas dos años después del éxodo. "Pocas cosas en mi vida me han impresionado tanto. El paraíso no te lo regala nadie. Ser emigrante es terrible, pero le he dado la vuelta a mi situación". Ahora regenta una discoteca en Pensilvania.

Oscar estaba impaciente. Dentro de tres horas conocería a los otros protagonistas de la película. "No los conocí ni en Guantánamo. Allí éramos miles, distribuidos en diferentes campos". Dom¨nech, ante una taza de café, le comentó que este éxito había que compartirlo: "Vosotros sois el alma de la película".

El altavoz anuncia la llegada del vuelo de Atlanta. En esa escala han coincidido Misclaida y Juan Carlos, que hacía tiempo que no se veían. Bosch viaja en el mismo avión. El periodista se desplazó a Nuevo México para ir a buscar a las dos hermanas y acompañarlas a Miami.

Misclaida, después de superar un sinfín de problemas en Alburquerque con la comunidad chicana que controla la venta de drogas, ha conseguido rehacer su vida al lado de Derrick Walton, que dirige Eye Jaw Records, una discográfica de hip hop. Ahora trabaja una fábrica de Intel montando chips de ordenadores.

Para ella, Balseros se hizo con mucho amor y esfuerzo. "Aunque Carles y Josep Maria caminen solos por la alfombra roja, nuestro corazón estará junto a ellos", dijo Misclaida. "Extraño mucho mi tierra y mi familia. Aquí apenas tengo amigos", señaló

Juan Carlos estaba en el Festival de Derechos Humanos de Boston con Carles Bosch cuando se hizo público que Balseros optaba al Oscar. El día de su llegada a Miami para él era realmente especial. Cumplía 35 años. "Qué mejor regalo que estar aquí". Por la noche lo celebraron.

UN TROZO DE VIDA

Guillermo conoció a los otros balseros por la tarde. El vive en Miami con su mujer y su hija Niseli. Llegó a EEUU cinco años después de su familia. Trece meses permaneció recluido en Guantánamo. "Me siento feliz. Esta película es un trozo de vida", afirmó Guillermo, que ahora trabaja en una tienda de material de oficina. "En EEUU, si te sacrificas, llegas donde te propones".

Atrás ha quedado esa incierta travesía con balsas de maderas y neumáticos rociados de alquitrán para ahuyentar a los tiburones. La historia de sus vidas ya camina por la misma alfombra roja que pisan las producciones de Hollywood.