Magdalena Lasala es una mujer de la palabra, de la palabra, escrita, leída, hablada, cantada e incluso soñada, ya que ya cuando tenía seis años "ya soñaba palabras" aunque no sabía escribirlas. Ese uso del lel lenguaje como "vehículo de expresión de mi alma" es el que le ha valido el Premio de las Letras Aragonesas, que recibió ayer de manos de la presidenta del Gobierno de Aragón, Luisa Fernanda Rudi, en una sala abarrotada del Museo Pablo Serrano.

La narradora, dramaturga y poetisa quiso dar las gracias a "todos los que habéis alentado mi trayectoria literaria y habéis estado al otro lado de mis páginas escritas". Y sus primeras palabras quiso dedicarlas a las adolescentes fallecidas esta misma semana a las que "deseo que hayan encontrado su libertad y también a sus familias, deseando que encuentren un sentido a lo que les ha traído la vida". Magdalena Lasala encontró ese sentido "aunque no me fue fácil" en la palabra, con esos términos soñados que "enlazaba uno con otro" en un papel y así aprendió a escribir. Y ahí comenzó su "fascinación por la palabra como instrumento como puente entre mi ser interior y el mundo exterior", dijo en su discurso; un puente "que me permitía acceder a otros mundos". Por lo que llegó a la conclusión de que el "sentido de mi vida era vivir las palabras, vivir y escribir la vida".

DEL INTERIOR AL EXTERIOR

Para Lasala, la palabra es la que "nombra, clasifica y da forma a la realidad, es creación, ordenación del caos interno, la voz que estructura el espacio, la que expresa el pensamiento ordenado, el instrumento que nos ayuda a establecer nuestra propia identidad, la que conecta consciente e inconsciente... es la que hace real lo que antes no existía o solo era un sueño"; de ahí, que para la Premio de las Letras Aragonesas, "hablar, escribir o cantar son esencialmente lo mismo".

La autora de La estirpe de la mariposa considera que la escritura es un puente "para acceder desde la mente al contenido de las sensaciones" ya que serían las palabras las que "podrían construir respuesta a las preguntas que inundaban mi corazón"; por eso escribir le sirvió para "construir caminos que me salvaban del volcán interior lleno de preguntas sin respuestas"; y también para rebelarse contra la "insatisfacción que produce la existencia". Pero al mismo tiempo iba a ser también "un deseo de reconciliación con mi dimensión humana".

El destino de Lasala es, según la poeta, ser "oficiante de la palabra", porque "sentir y expresarme, vivir y escribirlo son las dos caras de la misma moneda que soy yo". Escribir "me permite indagar en el caos interior", "estudiar la vida desde la fascinación desde la que debemos contemplar la condición humana" para "hablar de sus almas y sus búsquedas", por eso se dedica a ello como una "religión, re-ligare, reunión, el reencuentro de la mente y el espíritu" porque es "mi misión gozosa en esta vida". Y lo hace en varios géneros --poema, prosa poética, relato, teatro, novela o cuento-- porque "la palabra es el instrumento más valioso del ser humano".

Lasala se toma este premio con un "regalo", que le animará a sumar "nuevas palabras que sé que se harán realidad con la fuerza, la plenitud y el amor que siento en este momento".

Luisa Fernanda Rudi, por su parte, recordó la celebración del cuarto centenario de la segunda parte de El Quijote, y reconoció la calidad del acerbo aragonés que Magdalena Lasala ayuda a crear porque "es nuestra mejor imagen ante el mundo"; al mismo tiempo que "difunde nuestra historia".

El acto también tuvo su momento de humor cuando la presentadora confundió a Lasala con Magdalena Álvarez; y musical, ya que Alberto de Vicente y Julio Sanjosé interpretaron Apuesta por el rock and roll, Palabras para Julia, Una noche sin ti y Color esperanza.