Por un lado, el tipo de obra arriesgada y extremista que deja al espectador sumido en el desconcierto; por otro, un retrato de infancia lleno de sol y de niños que chapotean en el agua pero también de enfermedad y muerte e incertidumbres. Dos películas españolas, Pieles y Verano 1993, robaron ayer protagonismo —con su magnífica acogida ayer en la Berlinale— a las candidatas al Oso de Oro.

Pieles es el primer largometraje tras la cámara de Eduardo Casanova, a quien el gran público conoce gracias a su papel de Fidel en la teleserie Aída. «Es una película que pide a gritos que aquellos que nos hemos sentido diferentes en algún momento, que somos casi todos, nos sintamos entendidos», explicó ayer Casanova, que lleva años curtiéndose en el terreno del cortometraje. «No somos responsables de lo que queremos ser pero debemos ser consecuentes con ello. El problema es que tenemos muchas barreras que nos tratan de coartar y nos empujan como si fuéramos masas de carne», aseguró.

Para hablar de eso Pieles entrecruza varias historias protagonizadas por, por ejemplo, una joven que donde debería tener la boca tiene un esfínter, una prostituta ciega, una muchacha con el rostro deformado o un chico que quiere ser sirena. En el relato que se teje a partir de ellas asoman referentes como David Lynch, David Cronenberg, Todd Solondz, Pedro Almodóvar y John Waters. «Es una película con alma de cine social envuelta en un papel de rosa, pero no es mero esteticismo. La escena en la que muestro a una joven que es violada y tiene unos labios en el ano, por ejemplo, es muy hermosa pero también cuenta muchas cosas».

ESCENAS GROTESCAS / Ese momento es solo un ejemplo de la colección de imágenes rotundamente grotescas que trufan una película que Casanova reconoce como provocadora aunque insiste en que no era la intención. «Lo que pasa es que yo me exijo a mí mismo hablar de lo que quiero como quiero, y cuando uno ejerce esa libertad el resto del mundo lo recibe como una pose».

La radicalidad de Pieles corre el riesgo de ser entendida como el deliberado intento de Casanova de alejarse del personaje que lo hizo famoso en toda España. Sin embargo, él afirma no sentir ninguna necesidad de hacer algo así. «Aída me ha hecho lo que soy y me ha permitido hacer todo lo que estoy haciendo. Adoro a Fidel, es una figura icónica, el primer adolescente homosexual de la ficción televisiva española», reconoció.

HISTORIA REAL / También el debut tras la cámara de Carla Simón, Verano 1993, está íntimamente ligado a su historia personal. Cuando tenía seis años su madre falleció a causa de sida —la misma enfermedad que antes ya se había llevado a su padre— y la niña se fue a vivir a con sus tíos, que a partir de entonces se convirtieron en sus nuevos padres. «Esta historia me sucedió cuando era tan pequeña, y la he contado tantas veces, que se ha convertido en algo parecido a un cuento», explica la directora.

A partir de esa premisa, Verano 1993 retrata con hipnótica capacidad de observación no solo el problemático proceso de adaptación de la niña sino también el conflicto que se crea entre tíos y abuelos respecto a lo que es mejor para ella e incluso el modo en que la sombra del virus afecta su relación con el entorno. «Fue algo difícil tomar mis recuerdos y las cosas que me habían contado y dar forma a todo eso. El resultado final no tiene nada que ver con lo que yo tenía en la cabeza». Si de esa idea inicial habría resultado una película tan llena de sensibilidad y tan bella como Verano 1993 nunca lo sabremos.