Novela multigénero, escrita a dos voces, sobre un tema histórico, pero claramente moderna en la concepción del lenguaje, el bilbilitano José Verón Gormaz articula Las puertas de Roma en torno a las charlas que en un lugar imaginario de Zaragoza mantienen dos --también imaginarios-- catedráticos eméritos de la Universidad de Zaragoza, uno profesor de Letras y el otro de Ciencias. Los capítulos impares del libro corresponden a estas profundas conversaciones de salón que sobre el epigramista Marcial mantienen estos personajes. Por el contrario, los capítulos pares, hacen referencia a la recreación histórica de la vida de Marcial en su Bílbilis (Calatayud) natal y en Roma.

Siempre se ha dicho que Marcial nació en Bílbilis, la actual Calatayud. Pero arqueológicamente, no es del todo cierto, ya que el original Bílbilis celtibérico (en el que nació Marcial) se encontraba en Valdeherrera. Después, tras su conquista por Roma, la ciudad se traslada, por orden de Augusto, junto a la actual Calatayud.

INCENDIO DE NERÓN Marcial llega a la ciudad de Roma después de los incendios de la ciudad, del año 64 d. C. atribuidos a Nerón. Los ciudadanos romanos, para entonces, estaban hartos de los caprichos e impuestos abusivos del emperador. En estas circunstancias, llegaría en el año 65 d.C. la conjura de Pisón quien se propuso expulsar del poder al tirano Nerón, y se sabe que en medio de estos convulsos momentos, el bilbilitano Marcial fue ayudado por la esposa del poeta Lucano.

Tras el asesinato de Nerón en el año 68 d.C., llegaría al poder de Roma el Emperador Vespasiano (instaurando la Dinastía Flavia). A Vespasiano le sustituiría, en el año 79 d. C. su hijo Tito, y durante este período de tiempo, Roma alcanzaría gran estabilidad, y las fiestas tradicionales volvían a ser la expresión de una sociedad mucho más cohesionada que en tiempos de Nerón. Más tarde, durante el mandato del Emperador Domiciano, la obra de Marco Valerio Marcial, mereció los más altos elogios de la sociedad y la clase alta de Roma. Aunque hispano celtíbero de nacimiento, Marcial adquiere una conciencia y modo de actuar y vivir plenamente romanas. Marcial bebe en Roma la cultura del imperio.

La época romana del poeta Marcial fue también la de la intriga palaciega; por ello, en sus epigramas se adivinan y exponen sencilla, y a la vez genialmente, los aspectos más íntimos del ser humano: temas jocosos y de amargura conviven unos al lado de los otros. Por otro lado, en la trayectoria vital del poeta bilbilitano, vida y obra son inseparables. Los epigramas de Marcial condensan no solo lo mejor de la poesía lírica, sino también de la épica. Sus versos son cortos pero contundentes, mordaces y siempre ingeniosos; en su obra, el poeta se muestra angustiado por la vida, al igual que los existencialistas después de la II Guerra Mundial; los epigramas en latín de nuestro poeta rebosan de una musicalidad, muy difícil de conseguir, que realmente atrapa al lector. Se puede decir por ello que Marcial fue para la poesía romana lo que Mozart a la música clásica. Dos genios, en distintos tiempos y facetas, unidos por sus magistrales y universales obras.

Tras el asesinato en el año 96 d.C. del Emperador Domiciano, Marco Valero Marcial se queda sin protector y ve cómo llegar al poder de Roma dos Emperadores que no mostrarán el menor aprecio hacia él. En el 98 d. C. ya mayor, y derrotado, con cuarenta años cumplidos, Marcial vuelve a Bílbilis, entonces una ciudad ya profundamente romanizada. Allí encontró también una paz y tranquilidad que la ajetreada Roma le había negado: En su ciudad natal se encontraría con una mujer más joven que él, Marcela, que cuidaría de él hasta su muerte en el año 104.