Marian Izaguirre acumula casi 30 años en la escritura, publicando relatos y un ensayo, aunque es más conocida por sus novelas. Publicó su primer libro, La vida elíptica, en 1991, y el éxito internacional le llegó con La vida cuando era nuestra, novela que llegó a ser traducida a siete idiomas, y se publicó en casi toda Europa con gran éxito. Atesora varios premios como el Sésamo, Andalucía de novela, el Ana María Matute o el Ciudad de Salamanca, entre otros. Ahora, Marian Izaguirre muestra las vidas de Teresa y Elizabeth, conectadas sin conocerse con 100 años de diferencia, en la novela Cuando aparecen los hombres (Editorial Lumen). La esgrima, las recetas de cocina, los amores prohibidos, la soledad y el miedo al abandono, pero también la fuerza de la complicidad y el deseo de saber, atraviesan la vida de dos mujeres que nunca se conocieron, pero comparten un mismo destino.

-¿En qué se relaciona el título de la novela con la historia de Teresa y Elizabeth?

-La novela habla de cómo construimos nuestra identidad, de cómo Teresa, que es la persona de la que estamos intentando adivinar todo, construye su identidad. Ella coge de modelo unas cartas que Elizabeth se escribió a sí misma, y entonces con estas cartas se reconstruye un poco la vida de aquella, pero en la propia narración se va entremezclando con la vida de Teresa. Vemos como hay situaciones paralelas, las dos son aficionadas a la esgrima, las dos tienen un maestro de esgrima, las dos tienen tutores que actúan como padres que les guían por el camino de la vida... y a las dos se les trunca el futuro cuando aparece el amor en su vida.

-Teresa, entonces, no tiene una personalidad tan marcada.

-En el fondo las dos son niñas especiales, solitarias, mujeres con capacidad para nadar contracorriente, las dos se enamoran una vez y aparentemente nunca más. Entonces tienen una serie de cosas por lo que es fácil que se identifique la una con la otra, la que coge las cartas se identifica con esa especie de modelo porque es que es muy claro, esta se parece a mí en algo por lo tanto me voy a parecer a ella en todo. Las dos niñas son fuertes, son potentes, eso es lo que hace que estén conectadas en su forma de ver la vida, que es una forma original de ver la vida.

-¿Cómo pueden conectarse dos personas a las que les separan 100 años? ¿Ha habido una intención de mostrar que no hay tanta diferencia entre épocas pese al paso del tiempo?

-No es que no haya diferencia, que la hay, es que las épocas próximas están cercanas, no hay unas fronteras muy claras. Tú eres tú el que creció siendo adolescente, y sobre tu piel está también las cosas que escuchaste a tus padres, lo que seguramente te contaron tus abuelos de tu época... Todo eso no sabemos que somos nosotros pero también es, y viaja con nosotros a lo largo de la vida.

-En la narración aparecen dos líneas temporales. ¿El lector puede distinguir claramente en cuál de ellas está?

-Se van entremezclando, pero mi gran esfuerzo es que se lea seguido. Tú sabes perfectamente cuando estamos en una época y cuando estamos en otra, aunque las dos líneas temporales formen parte de una misma escena, aunque normalmente lo separo por capítulos. Todo mi esfuerzo ha estado en borrar la carpintería y el andamiaje que lleva la novela para que el lector no la perciba, que solo le quede el placer.

-Deje un mensaje, una reflexión final que se extraiga del tema principal de la novela de los reflejos y las vidas paralelas.

-El libro plantea cómo concibes tú tu identidad y la imagen que te devuelven los otros, que son un espejo, a veces son trozos de espejo, y con un trozo de cada uno construyes una imagen general de cómo te ven globalmente, pero la idea y la reflexión era cómo seguimos siendo cuando ya no estamos, quién nos refleja, qué imagen nos devuelve, cómo nos recomponen los demás... esa sería la reflexión.