La gastronomía aragonesa sigue de enhorabuena con nada menos que tres -cuatro, según se mire- presencias entre las 27 propuestas finalistas de los Premios nacionales de Gastronomía, que se fallarán a final de junio.

El ya muy galardonado Guillermo Cruz, zaragozano y sumiller del restaurante Mugaritz, opta a ser nombrado mejor sumiller 2017; Rosa Oria, catedrática de Ciencia y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Zaragoza, es finalista en el apartado Gastronomía Saludable en su apartado de personas, por sus diferentes trabajos de investigación; y Francisco Abad Alegría, médico y prolífico escritor gastronómico, colaborador del bimestral Gastro aragon, está nominado al premio al Mejor Libro por En busca de lo auténtico, publicado por la Ediciones Trea; donde, por cierto, compite con otro libro, El Nuevo Arte de la Cocina, de Juan Altamiras, histórico cocinero aragonés en la edición de Vicky Hayward, que ha vuelto al primer plano de la actualidad.

No está mal, pues tradicionalmente la presencia aragonesa en estos premios que concede la Academia Española de Gastronomía ha sido exigua, por no decir ridícula. Aunque, y es lo que daría que pensar, el único profesional hostelero nominado ejerce fuera de nuestras fronteras.

Lo que redunda en el habitual discurso sobre el escaso reconocimiento de nuestra restauración. Sin embargo, otro feliz hecho ha vuelto a poner en valor la gastronomía oscense, pues entre los miles de artículos dedicados a celebrar la subida del Huesca a la división de honor del fútbol, varios se han ocupado en destacar la inusual presencia de tres estrellados restaurantes en una ciudad de poco más de 50 000 habitantes.

Y quizá sea una excelente oportunidad para volver a poner en el mapa nuestra gastronomía, liderada eso sí por la restauración oscense, que además de haberse sabido distribuir de forma equilibrada por la provincia, nunca ha ocultado su querencia por los productos locales, más allá de las técnicas para transformarlos. ¿Habrá que ir por allí?