Wendy Guerra se convirtió ayer en la primera en inscribir su nombre en el Premio Bruguera Editorial, un galardón que pretende dar a conocer nuevas voces en el panorama literario. La autora cubana se adjudicó el certamen, dotado con 12.000 euros y al que concurrían 300 obras inéditas, con Todos se van, donde ha reescrito sus diarios de infancia y adolescencia.

Eduardo Mendoza, que elegía en solitario al ganador, destacó "la autenticidad y sinceridad" de la novela, que definió como "una genuina experiencia vital y literaria". Para Mendoza, la obra describe "sin prejuicios de ningún tipo" una conflictiva vivencia personal y social y se convierte en un "viaje instructivo y enriquecedor".

La gestación del libro fue también una odisea que, como reconocía ayer la autora, le sirvió para encontrarse a sí misma. Tras el fallecimiento de su madre, Guerra viajó a Barcelona en abril del 2004 para ver a una prima. Aprovechando la visita, se plantó en el despacho de Carmen Balcells con el manuscrito de Posar desnuda en La Habana. Diario Apócrifo de Anaïs Nin bajo el brazo.

El libro, entre el ensayo y la ficción, partía de una investigación que había realizado sobre los diarios de Anaïs Nin y su estancia en la isla. "¿Por qué te escondes detrás de ella? ¿Por qué no escribes sobre ti?", le soltó la papisa de los agentes tras conocer su trayectoria vital.

REGRESO AL PASADO

Así fue como decidió recuperar sus diarios de infancia y adolescencia. "Lo que había hecho con Anaïs me volvió como un bumerán", comentó antes de reconocer que Todos se van es "un zumo de todos los diarios".

Lejos de ser traumática, la experiencia de revisitar su pasado le sirvió para "exorcizar" muchos de sus demonios familiares. "Cuando me atreví a abrirlos me sorprendió ver a una niña tan adulta y unos diarios tan hiperrealistas, por un lado, pero también tan marcados por la poesía, con mucha luz en las descripciones".

Todos se van narra la infancia y adolescencia de Nieve Guerra en Cienfuegos (Cuba) durante la década de los 70. Textos marcados por la desolación de una joven que ve como todas las personas que la rodean --sus padres, sus amigos, su primer amor-- se alejan de ella. "Se llama Nieve porque este es un elemento contradictorio en el trópico y lo de Guerra, no porque sea mi apellido, sino porque estamos en guerra cada día". Con esto no quiere decir, ni mucho menos, que se trate de una novela militante en la lucha del gobierno cubano contra EEUU. "Respeto a los que escriben sobre las guerras frías o de tiros, pero nosotros también nos saturamos de nuestras propias guerras. Todos tenemos guerras en nuestras casas, en nuestro interior".

La escritora relata sin reparos cómo el alcoholismo de su padre resquebrajó la convivencia familiar. Mientras en la obra su madre le abandona por un científico sueco, en la realidad soportó en silencio el calvario: "Era una persona muy introvertida, que cosía lo que los demás descosían". A esa poetisa "excelente" que trabajaba en radio, "donde las palabras se las llevaban el viento", dedicó ayer el galardón recibido. "Yo fui su única obra real. Este premio es una forma de volverla a la vida, a ella y a los que, como ella, jamás llegaron a publicar".

Una de las marcas del Bruguera Editorial, del Grupo Zeta, será que la elección de la obra ganadora recaiga en un jurado unipersonal que apadrinará al autor en el panorama literario. En este caso, Mendoza se encargará de abrir puertas a esta escritora que se define como "esencialmente poetisa" antes que narradora y que no abandona nunca su cita con el diario. "Cuando termine la entrevista, me pondré a anotar todas las sensaciones que se agolpan en mi interior". En abril llegará a las librerías este relato intenso con una primera edición de 8.000 ejemplares. "Sé que tengo el alma demasiada a flote y que puedo ser herida constantemente. Pero es el camino que he elegido", rubricó.