Fleta fue el gran tenor de los años 20 y 30, un hombre que «con solo su apellido llenaba teatros, coliseos y plazas de toros», pero también fue «controvertido, grande, excesivo en su talento y en sus dotes vocales», según lo definieron los comisarios de la exposición Miguel Fleta. El hombre y el mito, Alejandro Martínez y Sergio Castillo; que puede verse hasta el 14 de octubre en el Museo Pablo Serrano. Castillo lo calificó como «el Messi de ahora, un ídolo de masas»; mientras que Martínez, lo puso a la altura de «Goya en las artes plásticas o Buñuel en el cine».

La muestra, que se inauguró ayer con la presencia del director general de Cultura del Gobierno de Aragón; y de tres generaciones de Fleta, su nieta, María Fleta; y su bisnieta y su tataranieta, Tatiana y Davinia, respectivamente, recoge alrededor de 200 piezas entre imágenes, películas, grabaciones, programas de mano, carteles de cine y teatro, etc. Se trata de «mostrar las dos grandes facetas de este personaje»; por un lado, contar la trayectoria de ese «gran ídolo de masas que fue, que llenó los coliseos en los años 20 y 30, pero también el hombre que vivió con padecimiento su vida afectiva», recordó Martínez.

Por eso, se hace un recorrido «biográfico pero no estrictamente, sino haciendo un guiño a su origen aragonés y a su compleja vida social e ideológica». Y es que le tocó vivir en una «España cambiante y compleja y tuvo proximidad a esos cambios a nivel popular, a realidades polémicas, desde la Falange a movimientos sociales», explicó Martínez (presidente de Asociación Aragonesa de la Ópera Miguel Fleta). De hecho, con la exposición se quiere «retratar esa complejidad y esa contradicción» al mismo tiempo que se desmiente «algunas cuestiones, como el retrato que se hacía de Fleta como un artista próximo al régimen de Franco, cuando este todavía no existía; ni que cuando fallece se le entierra envuelto en una bandera de la Falange, si no que lo hace envuelto en el hábito de franciscano». Esa polémica «no le perjudicó», apuntó Castillo; porque «muere en 1938 y no conoció esa España gris que le iba a tocar».

La exposición comienza con un busto de Fleta y a lo largo del recorrido (planta baja del Pablo Serrano) hay 19 puntos de escucha para oír la voz del tenor aragonés; discos, grabaciones de Gigantes y cabezudos, de Carmen, de Marina; retazos de películas (La malcasada, entre otras), etc.

JOYAS / Uno de los grandes atractivos son las fotos, caracterizado como el duque de Mantua en Rigoletto; veraneando en la playa; con sus amigos, en La Alhambra; y una de su boda con Carmen Mirat el 20 de abril de 1927 en San Esteban de Salamanca; donde más de 6.000 personas acompañaron la comitiva. A continuación, el viaje de novios, conducido por él, les llevó a Madrid, Zaragoza, Huesca y Albalate con destino a Barcelona y después Buenos Aires.

También se expone su pasaporte y el contrato de Fleta con el Metropolitan de Nueva York para la temporada 1923-24, por el que iba a cantar una veintena de veces de abril al mayo del 27 por 1.300 dólares la noche y que le acusaron de incumplir, aunque él alegó que no pudo ir por el servicio militar. También se incluye un coche Ford Modelo (idéntico al que tuvo el cantante ). Y es que fue un gran aficionado a los coches; al primero, un Packard comprado en EEUU en 1923, al que se le sumaron después dos Hispano Suiza, un Chrysler y varios modelos Fiat.

VISIÓN PERSONAL / María Fleta, la nieta del tenor aragonés se mostró muy emocionada nada más entrar en la sala de exposiciones junto a su hija y su nieta. Como cantante (ella heredó su pasión por la lírica e incluso debutó en el Teatro Principal en 1969) dijo que «en la voz tenía el alma».

María Fleta recordó con emoción que fue su abuela Luisa Pierrick la que «le enseñó todo, ya que él llegó virgen» a sus manos y «le enseñó a hablar idiomas y cantar... y ver todas estas imágenes me emocionan y alguna me sorprende». No lo conoció, pero sí contó que su padre (el hijo mayor de Fleta y Pierrick) le hablaba mucho de él siempre con cariño. En este sentido contó que «tenía un gran sentido del humor. Era muy bueno, a veces demasiado; nunca llevaba dinero porque era muy despreocupado» en materia económica. La nieta lo definió como «muy aragonés y muy de corazon porque llegaba del pueblo de cuidar las cabras y llegó a codearse con reyes gracias a una forma de cantar que fue única», concluyó.