Mucha gente no ha visto Reprise (2006), ni Oslo, 31 de agosto (2011), ni El amor es más fuerte que las bombas (2015). Después de todo, su director, el noruego Joachim Trier, es uno de los mejores cineastas de los que casi nadie ha oído hablar. Ahora acaba de estrenar la que quizá sea su película más accesible: Thelma, thriller sobre una chica educada en un ambiente férreamente religioso que de repente se enamora de otra chica y, en el proceso, descubre que quizá tiene superpoderes.

-¿Es consciente de que nadie esperaba de usted una película como Thelma?

-Lo soy. Lo cierto es que hace un tiempo empecé a sentirme cansado del tipo de las películas que llevaba tiempo haciendo, tan serias y tan preocupadas por ser cine «de calidad». Decidí que quería hacer una película de serie B, llamada La leche de Satán o algo así. Quería pasarlo bien haciendo terror. Pero cuando empecé a hacer Thelma, de forma inconsciente, volví a acercarme a los dramas que había dirigido anteriormente. Por otra parte, ninguno de ellos estaba protagonizado por una chica con telequinesis.

-Pero, entonces, ¿acepta que Thelma sea una película de terror?

-Sí, lo es. Pero muchas películas de ese género lo ponen todo muy fácil. Hay un monstruo, y hay que matarlo. Y cuando eso sucede la película acaba. Yo preferí fijarme en las historias de Stephen King y en La semilla del diablo. Son relatos más alegóricos, en los que el terror surge del interior del personaje y no de un monstruo externo. Esencialmente, Thelma es una película sobre la represión y la liberación. Y sobre lo difícil que a los seres humanos nos resulta aceptar nuestros deseos y nuestras pasiones.

-Su película vincula esa represión con la religión, que por otra parte es un elemento esencial del cine de terror.

-Yo soy ateo pero muy respetuoso con la fe de los demás. Pero, sí, me interesó ser crítico con el modo en que la religión crea estructuras opresivas de poder que anulan al individuo y le impiden ser quien que necesita ser. No está de más recordar que, hasta hace no tanto, a las mujeres que mostraban cierta independencia sexual o intelectual se las quemaba en la hoguera en nombre de Dios. En ese sentido, la protagonista de mi película vendría a ser una bruja moderna. Pero, a diferencia de esas películas de terror en las que las mujeres son meras víctimas que corren y chillan, creo que es una película sobre el empoderamiento femenino. La hice antes de que surgiera el movimiento #MeToo.

SEnDThelma habla del primer amor y de problemas de identidad sexual y corporal. ¿Cree que funciona como metáfora de la adolescencia?

-Sin duda. Mientras la preparaba tuve muy presente la presión que los jóvenes de hoy en día sienten respecto a su propia identidad. Deben tener el cuerpo perfecto, y presentarlo perfectamente en Instagram para recibir muchos likes. Para ellos el cuerpo es un emblema, y no quiero ni imaginar lo estresante que eso puede llegar a ser.

-A lo largo de su carrera ha demostrado sentir cierta inclinación por los outsiders. ¿De dónde proviene?

-La mayor parte de gente a la que conozco lucha o ha luchado por encontrar su lugar en el mundo, y creo que eso es algo muy habitual en mi generación. Además, en mi adolescencia fui un skater, cuando serlo era ilegal en Noruega, y posteriormente formé parte del punk y el hip-hop. Mis amigos siempre fueron raros o inadaptados; muchos acabaron siendo artistas o drogadictos. Conozco a un montón de gente rara. ¿Una joven bruja lesbiana con problemas de identidad? Podría ser amiga mía.

-Ha dicho que se sentía cansado de hacer cine «de calidad». ¿Y ahora qué?

-Mi gran héroe es Stanley Kubrick, un director capaz de hacer sátira política, y dramas de época, y ciencia ficción... y en todo momento mantener también una personalidad inconfundible. Me encantaría llegar algún día a parecerme un poquito a él.