Una historia alucinante pero llena de leyendas y muy incompleta. Esa era la historia de José Luis Manzano, actor del cine quinqui por excelencia de la mano de Eloy de la Iglesia elevado a mito por los seguidores del género, que se encontró el zaragozano Eduardo Fuembuena cuando tras revisionar El pico hace siete años, se fijó «en la presencia de Manzano». «Había visto la película cuando era bastante joven pero no había tenido esa fascinación por el cine quinqui como otra mucha gente. Sin embargo, en esta ocasión, me atrapó la película y su protagonista y empecé a investigar en la red». Su conclusión, faltaba un estudio riguroso sobre su figura. Siete años después, Fuembuena acaba de publicar Lejos de aquí (Uno Editorial), un libro que se centra en José Luis Manzano y Eloy de la Iglesia.

PRIMER CONTACTO

Una relación que comenzó en 1978 en la puerta de los billares Victoria de Madrid donde el joven se ofrecía a los gays. La versión oficial que contaban los propios protagonistas es que Eloy de la Iglesia lo había sacado de la obra donde trabajaba. Y es que, dos años después, el director lo buscó para que protagonizara su película Navajeros. Desde entonces y durante ocho años, Manzano, de 17 años, vivió en casa del cineasta donde le puso una profesora particular para que se alfabetizara. «Era un actor natural, sin formación actoral -explica Fuembuena. Su manera de entender la interpretación era desnudarse delante de la cámara. No vivía el personaje, simplemente los personajes eran él. Eloy era muy inteligente porque lo que le ofrecía siempre eran papeles que tenían que ver con él y Manzano los asimilaba porque los podía entender, miraban a su altura». El tándem De la Iglesia-Manzano duró cinco películas (a Navajeros le siguieron Colegas, El pico, El pico 2 y La estanquera de Vallecas) que situaron tanto al director como al actor en el primer plano de la escena española, que retrata, como a la época, de manera detallada el libro.

«Es que de él hasta la fecha de nacimiento se desconocía… El libro no es una biografía al uso. Yo he querido utilizar algunas herramientas de ficción como la novela histórica pero también doy voz a una serie de ensayos sociológicos y también hay unos capítulos de análisis fílmico de las películas de De la Iglesia. Tiene una estructura de novela dividida en tres partes clásicas y por capítulos», explica el autor que ha buceado durante siete años en un buen número de fuentes: «Contacté con ambas familias, con los compañeros del cine, del PCE de Eloy, montadores, ayudantes de dirección, productores y paralelamente ha habido una documentación exhaustiva en hemeroteca que no había en ninguna biografía publicada, en el archivo de la administración, en el archivo de su productora y todos los expedientes de cinematografía de proyectos realizados, no realizados, contratos...». El resultado, este Lejos de aquí, es un libro abrumador y minucioso de 810 páginas que hasta ahora sólo se puede comprar por internet bajo petición o en Amazon (en formato electrónico).

En todo este proceso, Eduardo Fuembuena ha confirmado sospechas que ya tenía («no es normal que De la Iglesia pasara 16 años sin hacer una película después de firmar las más comerciales y taquilleras de esos años») y ha descubierto historias «apasionantes». «Después de La estanquera de Vallecas, una radiografía de una España posfranquista muy crítica con el partido que estaba en el gobierno en esa época que suscita tanta incomodidad en la administración que los demás proyectos se le bloquean», explica un Fuembuena que, por otro lado, destaca la historia de Manzano con «el cura obrero que, una vez abandonado por Eloy de la Iglesia, lo recoge en un poblado sur de Madrid para su desintoxicación».

Todo hasta llegar a su triste final cuando, tras cumplir condena en la cárcel por un robo con violencia «que él no cometió sino la persona que iba con él», acaba en casa de Eloy de la Iglesia donde, cinco horas después de hablar con su madre, fallece por sobredosis de heroína en una escena reconstruida por el propio Fuembuena en el libro: «Yo hago mi hipóteis en la que no acuso a nadie. Si hubiera que hacerlo posiblemente sería a una sociedad en general que auspicia a un actor por intereses capitalistas de joven rebelde y delincuente para luego cuando deja de tener valor desecharlo generando en él unas frustraciones enormes. Y eso habría que encuadrarlo en la problemática general del país».