El año pasado, el jurado del Man Booker Prize internacional, el más principal premio en los países de lengua inglesa a las traducciones de otras literaturas, se olvidó de Orhan Pamuk y del nombre de moda, Elena Ferrante, para votar una extraña y misteriosa novela llegada de Corea, La vegetariana de Han Kang (Gwangju, 1970). En ella Yeonghye, una solícita esposa, decide declinar uno de sus principales deberes, alimentar como es debido a su marido, después de convertirse en vegetariana. Es más, llega a convencerse de que ella misma se está convirtiendo en una planta, capaz de sobrevivir gracias a la luz, el agua y la tierra. La vegetariana se acaba de publicar en traducción al castellano de Sunme Yoon en el sello Rata.

Usualmente, la opción por una dieta vegetariana tiene razones morales, o diéteticas: se trata de sanar el cuerpo, no de dañarlo. Pero Yeonghye acaba convirtiéndolo en un ejercicio de autocastigo corporal. «En realidad es lo que está haciendo, pero en el universo de Yeonghye lo que está intentado hacer es salvarse a sí misma, porque realmente cree que se está convirtiendo en una planta y que esta es la única forma a través de la cual puede rechazar la violencia, que es omnipresente en este mundo en el que vivimos. Ese es el centro de su agonía: ella quiere ser inocente pero acaba cometiendo violencia sobre sí misma», explica la escritora coreana. «El ser humano es capaz de Auschwitz y de sacrificarse por salvar al prójimo, ir de la violencia a la santidad».

No se trata de anorexia, ni tampoco un retrato de la sociedad coreana, aunque en el origen se encuentre el papel subordinado de la mujer. «El de Yeonghye no es un desorden mental, es una mujer muy lúcida. Se trata sobre todo de romper con las convenciones y las reglas familiares. En las generaciones mayores hay unas relaciones muy patriarcales, aunque en las jóvenes generaciones coreanas esto ha cambiado de una forma muy rápida», dice la escritora.

La novela se compone de tres relatos escritos desde tres puntos de vista, el del marido de Yeongye, (La vegetariana), el de su cuñado artista (La mancha mongólica) y el de su hermana (Los árboles en llamas). Solo escuchamos la voz de la protagonista en contadas ocasiones a través de sus sueños. «No es fácil entender a esta mujer, así que quise que los lectores fuesen activos», argumenta Kang. «Yeonghye sufre porque pertenece al género humano, quiere huir del lado oscuro de la humanidad, que aparece en sus pesadillas».

Una frase de un escritor coreano prohibido por los ocupantes japoneses, Yi Sang, una expresión de rechazo a los horrores de las guerras, es la semilla: «Creo que los humanos deberían ser plantas». En unos de sus relatos la transformación de una mujer en planta era literal.