Luis García Berlanga (Valencia, 1921) no aceptaba la muerte. "No existe. El hecho de que aparezca en mis películas es una manera de tocar madera. Me niego a morir", solía decir. Ayer no tuvo más remedio que aceptarla. Lo hizo "tranquilamente" en su casa de Madrid y rodeado de los suyos. Tenía 89 años, un cuerpo "lleno de goteras" y una cabeza sana de la que salieron las dos mejores películas de la historia del cine español: Plácido y El verdugo. La primera, desenmascaramiento de las prácticas de caridad organizada, estuvo nominada al Oscar, un hito que ocurrió en 1961 y que apareció "en una noticia de tres líneas en una revista de cine", según se quejaba Berlanga, genio del cine y pesimista visceral de la vida.

La amargura formaba parte de su carácter. "Vaya cagada", exclamaba cada vez que rodaba una escena en ¡Bienvenido Mister Marshall!, película que, en 1953, se llevó mil piropos en el Festival de Cannes. Cagada fue el apodo que su amigo Jess Franco utilizó para titular sus memorias. Berlanga nunca quiso escribirlas. "Que se acuerden otros de mi vida", argumentaba. Jess Franco lo hizo y el resultado es Bienvenido, Mister Cagada (Aguilar), apasionante recorrido por la vida de un cineasta al que siempre le gustó contar historias de "perdedores, fracasados y tontos de capirote" y que siempre luchó por ser independiente en términos políticos.

NI UNOS NI OTROS Ese fue, precisamente, uno de sus problemas. Nunca quiso comprometerse en un convulso tiempo en los que sus colegas sí lo hacían. España, criticaba Berlanga, "es un país maldito donde prima la ley del estás conmigo o estás contra mí". La izquierda le consideraba un niño bien. La derecha, un comunista. Pero él, "anarquista, burgués e independiente", no era ni lo uno ni lo otro. Y eso que, cuando tenía 20 años, participó en la División Azul. Lo hizo por dos motivos. Uno, y fundamental, para impresionar a una chica. El otro, para salvar a su padre, político republicano, de una muerte segura. La chica se casó con otro. Su padre no murió, pero porque su familia pagó por salvarle. Así funcionaban las cosas en la dictadura.

Berlanga luchó, a su manera, contra el régimen franquista. Para empezar, contra la censura. El verdugo (1964), feroz alegato contra la pena de muerte y ácida estampa de la España de la época, se presentó en el Festival de Venecia provocando la ira del régimen dictatorial de Franco.

MATRIMONIO CON AZCONA El director se casó con María Jesús Manrique (su única esposa, junto a la que ha estado 56 años) pero formó un matrimonio perfecto con el guionista Rafael Azcona. Su amor al cine le llevó a fundar la Academia que hoy preside Álex de la Iglesia y de la que era presidente honorífico. También se encargó de dignificar la Filmoteca Española.

La última película del genio valenciano fue París Tombuctú (1999), donde rindió homenaje a Calabuch y Tamaño natural. En el último plano aparece una frase pintada en un cartel: "Tengo miedo".