Nacho Bolea reconoce que las escenas bélicas le han atraído «estéticamente» desde niño. Sus obras, sobre todo la pintura, explica, suele ser «tumultuosa y agitada», aunque también la hay «muy organizada y equilibrada»; por eso encuentra «paralelismos con la metáfora de la guerra», ya que «sacar adelante un cuadro es a veces un combate personal muy intenso», señala el artista aragonés.

Ahora presenta en la Casa amarilla, desde ayer y hasta el 3 de junio, Arsenal, compuesta por una treintena de obras de distintas series, creadas, en su mayoría en los últimos cinco años. El título de la muestra hace referencia ese carácter ambiguo de la palabra, negativo como concepto «armamentístico» y positivo como «reserva». Esa idea de «almacén de armas está muy al día con la escalada militar que se vive alrededor de esas potencias que se están armando hasta los dientes» pero también la de «conjunto de bienes», que le gusta porque le permite englobar diferentes series.

El paseo por la Casa Amarilla comienza con esos escenarios bélicos de la primera guera mundial; y continúan con la serie Armas de juguete, en la que utiliza armas de niños que tunea, transformandolas con otros materiales para «desactivar esa carga negativa que tienen, transformandolas en un objeto poético de libre interpretación». Porque Bolea quiere que el espectador ponga de su parte porque «mis piezas necesitan de cierta complejidad para ser activadas, ya que tienen resortes ocultos».

DULCIFICAR EL MENSAJE / Otra serie importante es la de los Libros de artista, en los que toma como inspiración autores con los que ha tenido una relación «más intensa», como Arno Schmidt, Ingmar Bergman, Ramón Acín, Jasper Johns, etc.

Llaman la atención sus Divagantes, objetos escultóricos que se refieren al termino ornitológico que designa a aquellas «aves que se extravían y aparecen en lugares insospechados, que no le son propios de su hábitat»; y con los que pretende dulcificar el discurso bélico. Para cerrar presenta sus paisajes, trabajados en técnica mixta con collage, que incluyen piezas «tumultuosas y más o menos soñadas».

Como ya es tradicional, la Casa amarilla ha preparado actividades paralelas, como un ciclo de charlas sobre literatura para profundizan en «los temas que tratan las obras»; y la Mesa de trabajo, en la que Nacho bolea presenta libros que ha utilizado o inspirado a la hora de trabajar».

Una de las obras de la muestra hace referencia además a la obra El paseo, de Robert Walser, uno de sus autores favoritos, que protagonizará la próxima exposición colectiva de la sala.