Montadora de títulos como La noche que no acaba (2010) y Los desheredados (2017), en Trinta Lumes transita entre el documental y la ficción para retratar El Curiel, una región gallega cercana a Ourense que se debate entre un pasado en vías de extinción y un futuro incierto.

SEnDTrinta Lumes plantea una serie de conflictos entre los vivos y los muertos, entre el mundo físico y el espiritual, entre la tradición y la modernidad. ¿Cómo surgió esa idea?

-Yo llevo un montón de tiempo viviendo en Barcelona, y mi relación con mi Galicia natal siempre fue rara: simplemente era aquello que había dejado atrás. Y en un momento determinado sentí que necesitaba reencontrarme con mis orígenes, porque me di cuenta de que mi pasado y mi vida presente estaban en absoluta falta de sintonía. Necesitaba solucionar eso. Y la distancia que separa a los vivos y los muertos me ha obsesionado desde que era adolescente. ¿Qué pasa cuando alguien se muere? ¿Cómo sobrellevar una ausencia? Supongo que tiene que ver con que los gallegos vemos la muerte no como el final de nada sino como una transición.

-Además, Galicia también suele ser considerada una tierra apegada al mito, la superstición, y la magia. ¿De dónde cree que provienen esas conexiones? --Quizá tenga que ver con el hecho de que el gallego ha vivido muchos años vinculado a la tierra. Somos una comunidad de payeses. Y ese vínculo te da un conocimiento enorme del significado de cosas como el ciclo de las estrellas o el color del cielo. Y eso, claro, invita a la fabulación, el mito y la leyenda.

-De hecho la película retrata una zona de interior, El Curiel, que al parecer sufre las consecuencias de la despoblación.

-Sí, está llena de casas abandonadas y pueblos derruidos o semivacíos en los que la única población es anciana. En parte la película surge de la voluntad de explicar cómo la gente joven le da la espalda al pasado. Yo sé que parte de los gallegos rechazan sus propios orígenes y se avergüenzan de su lengua y su cultura. Y creo que eso también puede decirse de otros territorios, como Cataluña. Deberíamos reconciliarnos con nuestras propias raíces, quizá así crearíamos relaciones humanas más sólidas.

SEnDTrinta Lumes no es un documental pero tampoco es ficción. ¿Qué es?

-Yo nunca he creído en esas etiquetas. Desde el principio del cine, el documental demostró ser pura construcción. Y no me parece mal. Puedes tomar la realidad como base, pero tienes que reformularla. Si tratas de reproducirla tal y como es al final lo único que consigues es hacer una copia mermada. Y, al fin y al cabo, la realidad solo existe filtrada por la percepción de cada uno.

-En la Berlinale coincide con Meritxell Colell, directora de Con el viento. ¿Qué tipo de conexión siente con ella?

-Mi forma de entender tanto el cine como la vida es muy parecida a la suya. Nos movemos en un entorno en el que compartir es lo más importante. En las escuelas nos hemos ido especializando en diferentes facetas del proceso cinematográfico y entendiendo que el responsable de sonido es igual de importante que el director. Entre nosotros no existe competitividad, solo apoyo.