Podríamos decir que Raphael regresa con un nuevo disco. Pero, en realidad, nunca se ha ido. Su ritmo de trabajo frenético lo ha llevado a encadenar un proyecto con otro y ahora, en su constante búsqueda de nuevos estímulos musicales, se ha unido a algunos de los talentos compositivos del momento para ofrecer una nueva versión de sí mismo. Rejuvenecido y pletórico, Raphael se reinventa en Infinitos bailes.

-¿Cómo surgió este proyecto?

-En los últimos tiempos había hecho diferentes discos versionando mis grandes éxitos, a los que yo llamo «las joyas de la corona». Pero me di cuenta de que a mis espectáculos comenzaban a incorporarse nuevas generaciones y pensé que estaría bien que pudieran escucharme de manera más contemporánea, más cercana a ellos. Porque ahora las cosas no se dicen como antes, las estructuras musicales han cambiado. Fue mi hijo Manuel quien me dio la idea y él se encargó de buscar a una serie de compositores que se pudieran adecuar a mi estilo.

-¿Y cómo fue ese proceso de selección de autores?

-Tenía claro que quería volver a colaborar con Enrique Bunbury, porque es como un hermano para mí. Del resto se encargó mi hijo Manuel. Y me he llevado grandes sorpresas, porque yo no controlaba el panorama actual. No sabía por ejemplo que Manuel Carrasco y Vanesa Martín componían sus propias canciones. Iván Ferreiro me ha hecho una canción impresionante, Carrusel. El resultado, en general, es tan bueno que creo que abre una nueva etapa en mi carrera.

-¿Se les dio alguna pauta para la composición?

-Se supone que tenían que pensar en mí a la hora de componer. Pero no queríamos que las canciones imitaran mi estilo, sino que estuvieran empapadas de la propia personalidad de cada uno de los autores. Pero al mismo tiempo tenían que sonar a Raphael. Es una sinergia muy interesante, porque no se resta, sino que se suma. Las canciones no se disfrazan. Las canto yo, y se empapan de toda mi personalidad, pero la melodía y las palabras les pertenecen a cada uno de ellos.

-¿Por qué no ha grabado duetos con los autores?

-Porque la cosa no iba de eso. Quizá lo hagamos en el futuro de manera excepcional, pero las canciones no están concebidas así.

-Ahora que ha ampliado repertorio, supongo que le será complicado incorporar las nuevas piezas.

-Es una suerte y, al mismo tiempo, un rompecabezas contar con tanto material. Para montar un concierto me las veo y me las deseo. ¿Qué quito y qué pongo? En general, intento que haya una representación de cada época, de cada disco. Pero son 50 años ya en los escenarios y hay que hacer encaje de bolillos. Y ahora habrá que incorporar esta nueva etapa con la que estoy tan ilusionado.

-Su anterior trabajo lo presentó en el Teatro Real, e ‘Infinitos bailes’, en la discoteca Joy Eslava.

-Lo importante es seguir siempre evolucionando y no hacer nunca lo mismo. Quiero que mi público nunca pueda reprocharme que me encasillo. Me gusta sorprender, si no, todo sería muy aburrido.

-¿Hasta dónde puede llegar su perfeccionismo?

-Pues hasta el punto de volver loco al gran Franck Pourcel, que era mi director musical. Soy muy exigente, tanto conmigo como con los demás. A veces me pueden acusar de cascarrabias, pero no es que esté de mal humor, es que me gusta matizar. Un día le dije: «Hoy ha estado bien». Y él respiró aliviado. Pero a través del espejo le miré y le solté: «Pero ya veremos mañana» (ríe). Nunca más volvió. Soy demasiado perfeccionista, lo sé. Pero eso es bueno.

-¿Cuál es su secreto para seguir con tanta vitalidad?

-En realidad, yo siempre he sido así. El día en que deje de tener curiosidad e ilusión por las cosas, me retiraré. Y no diré nada, lo haré en silencio. Me pone nervioso eso de «gira de despedida». Indudablemente, algún día tendré que dejarlo, pero ahora mismo ni me lo planteo. Después de pasar por una enfermedad, sentí un nuevo revivir. Aprendí a afrontar las cosas de una manera diferente. Así que aquí tienes ahora un chaval que en realidad está empezando de nuevo. Quizá sea difícil de entender, pero es así. Yo sentí un nuevo impulso, una fuerza recobrada, una necesidad impulsiva de seguir delante después de todo lo que me pasó. Mi pasión por la música es lo que me mueve a seguir adelante.

-¿Qué cosas le quedan por hacer?

-Todo lo que he querido hacer lo he hecho. Nunca pienso en lo que no ha salido, sino en lo que sí. Ese es el espíritu que hay que tener. ¿Para qué lamentarse? Tengo proyectos que todavía están esperando que llegue su momento, como un Cyrano de Bergerac al estilo del Jekyll y Hyde que ya hice. Todo a su tiempo.