El título con el que esta película se estrena en España es engañoso; su protagonista no tiene nada de conseguidor, aunque alardee de ser amigo de todos los CEO y de conseguir una silla en cualquier mesa. Norman Oppenheimer (Richard Gere) es más bien un don Nadie, uno empeñado en ser alguien -no parece moverle la ambición, sino solo sentirse relevante- y que, con ese fin, se dedica a comer la oreja al prójimo. Inmune al bochorno, se pasea por los círculos judíos de Nueva York haciendo promesas vacías, insistiendo en organizar reuniones y acosando a los asistentes personales de hombres poderosos con oportunidades de inversión. Y lo hace envuelto de un aura de tristeza.

Durante un rato, Norman parece contentarse con enumerar los sucesivos fracasos de su héroe, y el director se recrea en las piruetas y triquiñuelas retóricas a las que recurre para ganarse a sus presas y parecer importante. En un momento dado, sin embargo, su suerte parece cambiar: Norman pesca un pez gordo.

Mientras acompaña al personaje por el accidentado camino que seguirá a partir de entonces, Joseph Cedar parece no confiar en las dimensiones de su propia historia. Por un lado, lo que en todo momento debería haber sido un modesto estudio del personaje va hinchándose cada vez más a través de un exceso de improbables giros finales; por otro, Cedar trata de aportar colorido recurriendo a sucesivas virguerías visuales que delatan tanta inseguridad como el propio Norman.

Por fortuna para la película, Gere ofrece aquí una de las mejores interpretaciones de su carrera. Por momentos evocando a Woody Allen. Es cierto que el personaje nunca llega a alcanzar la pretendida dimensión trágica que Cedar pretende -porque el guion no lo dota de una identidad, ni de una historia o unos ideales-, pero Gere al menos consigue que todos aquellos que alguna vez hemos deseado pegar un pelotazo, nos identifiquemos con él.

???

Norman, el hombre que lo conseguía...

Joseph Cedar