—Han colgado el cartel de completo en Zaragoza, una tendencia que vienen repitiendo desde que en Madrid hiciesen triplete en La Riviera ¿Se lo esperaban?

—Estamos sorprendidos y agradecidos. Después de diez años en la carretera estábamos acostumbrados a otra cosa, a patear ciudades y a sentir que nos ganábamos al público de uno en uno. De repente todo ha crecido mucho, y en parte nos gusta pensar que es por el peso de todo el tiempo que acarreamos a nuestras espaldas. Es como vivir un sueño.

—Su nuevo disco ‘Cuestión de gravedad’ narra en algunas de sus canciones la imposibilidad de mantener una relación sentimental cuando uno se dedica profesionalmente a la música.

—El álbum cuenta el diario de una historia, pero a diferencia de nuestros últimos discos, en los que siempre adoptábamos el punto de vista del que se iba, esta vez hemos querido contar todo eso desde la perspectiva contraria, que es la del que se queda. En esta ocasión lo que queríamos contar no tenía tanto que ver tanto con nuestro trabajo en la carretera, de hecho creo que es una historia muy normal.

—¿Ha sido ‘Cuestión de gravedad’ su disco más visceral?

—Creo que sí, seguramente por los textos, por todo lo que me he involucrado en el proyecto. Nunca había sido tan sincero, nunca había ido tan de frente y nunca me había expuesto tanto. Tengo la sensación de que todo esto ha hecho que las letras conecten mucho mejor con el público.

—Llama la atención además la carátula del álbum realizada por Álvaro Pérez Fajardo, un corazón acuchillado que a su vez ha sido acolchado por pétalos de flores.

—La verdad es que le dimos el disco a Álvaro y no le dijimos nada de nada. Solo le invitamos a que se lo escuchase durante unos días y que después de aquello hablaríamos de nuestra perspectiva. Sin embargo a los tres días de aquello el nos presentó esa carátula, y nos pareció tan acertada que se quedó con esa. Creo que recoge muy bien todos los sentimientos que expresamos en el álbum.

—De entre todas las canciones del álbum destaca ‘Amasijo de huesos’, una pieza que dedica a su hermano Leiva, que produjo su primer álbum y a quien usted ha definido como una «referencia constante».

—No fue nada premeditado. El y yo vivimos juntos, trabajamos juntos y somos amigos por encima de hermanos. En nuestra familia somos cuatro hermanos pero Leiva es el que está inmediatamente por encima de mí, el que siempre me defendía en el instituto de los abusones y el que me enseñó mis primeros trucos en el mundo de la música. Siempre he tenido un gran apoyo en él y ha sido una influencia muy bonita. A diferencia de las otras doce canciones del disco, Amasijo de huesos habla del amor fraternal y del respeto que le tengo.

—¿Cómo era la vida en casa de los hermanos Conejo?

—Nuestro padre es un apasionado del flamenco, y la música que él nos ponía cuando éramos pequeños era un flamenco puro que nosotros no entendíamos. Ha tenido que pasar el tiempo para llegar a apreciar aquellas piezas y reconocer cómo han llegado a influirnos. Pero si hay una canción que no faltaba en ninguna celebración esa era el Mesías de Haendel. Ha sonado en todas las Nocheviejas y Navidades de las que tengo memoria en mi familia y sin duda seguirá sonando en el futuro.

—Desde sus inicios siempre han comentado que una de sus principales inspiraciones fueron Tom Petty y los Heartbreakers. ¿Les afectó su fallecimiento el pasado 2 de octubre de 2017?

—Aquel fin de semana estábamos de vacaciones juntos en Jávea. Nosotros somos así, una rareza, somos amigos desde pequeñitos y cuando no estamos de gira y tenemos un fin de semana libre nos vamos juntos de vacaciones. Estábamos después de cenar abriendo una botella de vino cuando de repente alguien con el teléfono en la mano dijo que no se sabía con seguridad si Petty había muerto. Nos dio un vuelco al corazón, cerramos el vino, abrimos una botella de tequila y estuvimos escuchando en bucle Full Moon Fever y brindando por él durante toda la noche. Ha sido una de las influencias más importantes de nuestra vida.