Nuria Labari tenía 24 años y era periodista en El Mundo cuando tuvo lugar el 11-M. Estuvo en todos los escenarios posibles relacionados con los atentados, llegando incluso a entrevistar a la madre de los autores materiales. Ahora ha publicado Cosas que brillan cuando están rotas (Círculo de tiza), una novela en la que, basándose en esa experiencia, traza un relato puramente de ficción protagonizado por una periodista en crisis con su marido y su hija. Labari presentó su libro en Cálamo la semana pasada.

--¿Por qué decidió escribir sobre su experiencia en el 11-M?

--Era una cosa sobre la que yo necesitaba escribir en ficción, más allá del registro periodístico. Me planteé escribir sobre la relación entre horror y amor, sobre cómo habitamos este mundo armónicamente o si podemos ser felices en un mundo así. Para ello necesitaba un horror universal que todos conocieran y el horror cotidiano.

--¿Cómo ayuda a explicar o superar el 11-M ficcionarlo?

-- Tenemos que cerrar los ojos a muchas realidades para seguir preocupándonos por hacer el máster en no sé qué o en estudiar inglés. Tenemos que tener una buena razón para seguir construyendo nuestras vidas con los dictados convencionales de esta sociedad. Los escritores nos ocupamos tanto de nuestro dolor único y personal y tan poco de cómo se conjuga con el dolor social.

--¿Cómo vivió que, mientras los periodistas trataban de informar, el gobierno de Aznar siguiera insistiendo en que ETA era el autor material de los hechos, incluso cuando se sabía que lo era?

--Bueno, ahí habría que desmenuzar lo que pasó en cada momento. Los primeros días hay necesidad de información absoluta, cómo se llaman las personas que se han muerto. La siguiente pregunta es quién ha hecho eso y estuvo el manejo desacertadísimo del gobierno. Pero si hubiera sucedido ahora, con unas elecciones en vista, lo manejarían de nuevo todos igual: Ciudadanos, Podemos...

--Dice que "la memoria nos salva y el olvido es la mayor injusticia". ¿Este libro es una forma de recordar?

--No es recordar periodísticamente los datos, al 11-M hay que ponerle carne y sentido. Al final es la literatura la que nos ayuda a relatar y a relacionarnos con eso. No olvidar va más alla de enumerar o hemeroteca.

--¿Se frivoliza con la empatía en las redes sociales?

--El problema no está en las redes sociales, está en que leamos poco. Para que una sociedad pueda afrontar temas complejos, tiene que estar preparada. ¿Nos harán las redes sociales más frívolos? No. ¿Nos estará haciendo estar a la cola en Europa en educación más frívolos? Seguramente sí. Y no tener presupuesto para I+D.

--Eva y Eric, los protagonistas, están en crisis pero no afrontan los problemas. ¿Por qué hay una tendencia a no permitirnos pensar en nuestras tristezas, consolándonos con que tenemos la vida solucionada?

--No estamos acostumbrados a que las vidas solucionadas también son muy tristes y que en las vidas muy tristes también puede caber la alegría. Tenemos todo en términos de fracaso y éxito. Igual no tenemos verdadera empatía con el horror o con las cosas que pasan en el mundo. Somos capaces de estar muy solos rodeados de los que más queremos. Para ellos es muy dificil a partir de cierta estabilidad material y casi afectiva plantearse esa carencia.

--Eric lleva a su hija al campo de concentración de Sachsenhausen. ¿Era inevitable hacer alusión al Holocausto?

--Tenía que haber un juego de espejos entre las soledades individuales y las soledades universales. Estos personajes transitan esa herida de más atrás que arroja luz sobre la nueva brecha que tenemos. Relacionémonos con nuestras cicatrices, que sanarán mejor.

--Se le da mucha importancia a los objetos en toda la novela

--Dejamos huella de nuestro paso por la tierra, estamos en lo que tocamos. Trabajo más que los objetos como tal, el tiempo en las cosas. Nosotros somos el tiempo en las cosas y en las personas.