Soy para ti obsolescencia programada». Esta es la frase con la que el espectador se encuentra al visitar la exposición Obsolescencia, que puede verse en el sótano del Centro de Historias y que demuestra que «a veces, ese final no podemos controlarlo», aseguró Elisa Plana, su comisaria. La muestra analiza no solo «nuestra finitud», si no también la de las relaciones, los objetos que nos rodean, el recuerdo o el entorno social. Y esta idea es la que inspira a ocho artistas, cinco aragoneses, un murciano, un alicantino y un pamplonés, que dan una «vuelta de tuerca al concepto vanitas y al paso del tiempo tomado como lo que dejamos atrás», señaló Planas.

Se trata de 27 obras de disciplinas tan diferentes como la pintura, la fotografía, la escultura, el videoarte, el tatuaje, el collage, la poesía visual o la instalación artística, que los artistas crearon para esta muestra, instigados por Lalo Cruces, ideólogo y participante en la exposición. Este presentó ayer el proyecto junto a Plana y Elena Laseca, quien hizo hincapié en que se trata de ocho formas de reflexionar «sobre el final, el no retorno», sobre el concepto de «finitud, que me gusta más porque es la única certeza que tenemos en esta vida».

Por su parte, Lalo Cruces, señaló que la selección de artistas la realizó para rodearse de «gente que me gusta lo que hace, con los que he ido coincidiendo».

UNO A UNO / Nacho Blanco analiza el entorno social, que es el que nos dice cómo tenemos que ser; y se muestra en el tatuaje, que él ha trabajado sobre silicona donde ha narrado la vida de dos persona, con frases como Amor de madre o nombres de parejas que poco a poco fueron saliendo de la vida y la piel de cada uno.

Alejandro Ramírez reflexiona sobre la identidad y la memoria interna y la pérdida de la misma a través de una obra de gran formato, inspirada en tres mujeres de su familia que padecen o han padecido alzhéimer.

Fernando Romero se cuestiona en Pintando el cubo blanco la obsolescencia del cubo blanco, ya que «ha ido eliminando la obra en sí» hasta llegar a ese cubo blanco donde se evidencian los márgenes del espacio museístico o los objetos necesarios para colocar las obras, señaló Romero.

El murciano Marín Guevara trata en Ego en hidrólisis «el cuerpo» a través de la iconografía religiosa, de la dualidad y repetición de figuras hasta la degradación. Utiliza resina de poliester, cemento y pigmentos en tres mientras que la última tiene más o menos la misma composición del cuerpo, un 80% de agua; el resto, algilato, azúcar y colorante alimenticio; y que solo durará unos días, ya que ayer, ya se estaba deformando y convirtiendo en agua.

Lalo Cruces presenta una instalación, 180.000, compuesta por «piezas de coches de desguace» que el artista relaciona «con el dinero», un gran billete de 1.000 pesetas que ya no existe y con la que quiere hacer hincapié en «el consumo».

El pamplonés Rubén Blanco aborda las relaciones personales «desde que existen las redes sociales», ya que el final forma parte del hecho mismo de conocerse; y lo hace a través de dos óleos sobre algodón donde el artista toma una imagen robada de una red social, que luego pinta; y un vídeo donde una chica habla de una relación que tuvo y que conoció en twitter.

EL RECUERDO Y LA ENERGÍA / Lorena Cosba trata en Cosas que olvidaremos en 100 años el recuerdo y el olvido. Un siglo es el tiempo que dura el recuerdo de una persona. A partir de ahí, la artista de Monzón ha utilizado «transferencias fotográficas de imágenes antiguas sobre prendas rescatadas de los viejos armarios de mi familia». La alicantina Dayra Madrona presenta óleos sobre tabla bajo el título Nigrománticas-Bestiario; donde analiza la transformación del proceso creativo, al mismo tiempo que la muerte, su energía y sus manifestaciones hacia otro nivel, nunca se sabe si superior o inferior.