«Imagino que los Oscar van a ser exactamente igual que tu muro de Facebook o tu Twitter. ¿Por qué ignorar durante tres horas de lo que estamos hablando las 24 horas del día?». La declaración es de Lin-Manuel Miranda, el creador del fenómeno musical de Broadway Hamilton, nominado en la 89ª edición de los premios de la Academia de Hollywood por la canción de Vaiana. Y constata lo que todo el mundo asume como inevitable: la gala esta madrugada en el teatro Dolby de Los Ángeles va a ser tanto un asunto de cine como de política.

Este es el año de La ciudad de las estrellas (La La Land), el musical de Damien Chazelle que abre una deliciosa puerta al escapismo, da a Hollywood la oportunidad de bañar en oro uno de esos espejos donde le gusta verse y que parte como película favorita tras igualar el récord de 14 nominaciones de Eva al desnudo y Titanic.

Es también el primer año en los tres últimos en que la Academia no tiene que disculparse por excluir a artistas y trabajos negros de sus principales candidaturas, aunque a Hollywood le queda enorme camino para dar por superado el examen de la diversidad, sobre todo en lo que se refiere a otras minorías como los hispanos o a las mujeres. Pero el 2017 es también el año de los primeros Oscar de la era Trump.

No se recuerda un ambiente tan políticamente tenso y cargado ni siquiera remontándose al 2003, cuando la gala se celebró en la semana en que arrancó la guerra de Irak y estuvo marcada por el discurso realizado por Michael Moore, que al recoger su estatuilla por Bowling for Columbine denunció como «ficticios» los resultados electorales y las razones dadas para iniciar la contienda. El viernes, la fiesta que organiza la United Talent Agency, se sustituyó por una manifestación en la que participaron estrellas como Jodie Foster. «No me siento muy cómoda usando mi rostro público para el activismo», confesó, pero «este año es muy diferente y es momento de mostrarse, de involucrarse». En el acto hubo también un videomensaje de Ashgar Farhadi, el director iraní nominado por El viajante, que ha desplazado como favorita en lengua extranjera a Toni Erdmann, y que no acudirá a la ceremonia en protesta por el veto de Trump a refugiados y ciudadanos de Irán y otros seis países de mayoría musulmana, frenado por los tribunales. Y gane o no un director que ya recibió la estatuilla por Nader y Simin, una separación, el acto de resistencia está anunciado. Farhadi y sus compañeros de categoría han emitido un comunicado denunciando el creciente «fanatismo» en EEUU y han avisado que el galardón será dedicado a activistas, periodistas, artistas y otros «que trabajan para promover la unidad y la comprensión y que defienden la libertad de expresión y la dignidad humana, valores cuya protección es ahora más importante que nunca». También Sélim Azzazi, que con su corto Ennemis intérieurs compite con Timecode, de Juanjo Giménez, ha anunciado que si gana hablará de algo más que de cine.

Han pasado 45 años desde que, al recoger en 1972 su Oscar por Klute en un momento de ebullición contra la guerra de Vietnam, una actriz tan activista como Jane Fonda sorprendiera diciendo solo «hay mucho que decir y no lo voy a decir hoy». Desde entonces las declaraciones políticas se han hecho tradición y la avalancha de esta edición se espera en múltiples frentes. Uno son los discursos pero otro es la alfombra roja. Y sería más que raro si la política y Trump no aparecieran en el monólogo y los chistes del presentador Jimmy Kimmel.

‘MOONLIGHT’

Con los premios se verá hasta qué punto el politizado ambiente ha marcado las votaciones. Aunque La La Land domina apuestas, hay quien cree que algunos académicos pueden haberse inclinado por trabajos más sobrios y no podrían ponerse pegas a una decisión salomónica que reconociera también a Moonlight y a Chazelle. Moonlight es en cualquier caso favorita para guión adaptado y su triunfo puede ser uno de los respiros para la Academia tras dos años de #OscarSoWhite. Por primera vez en las cuatro categorías de interpretación hay actores negros y tres son favoritos: Denzel Washington y Viola Davis por Fences y Mahersala Ali por Moonlight. Entre las nominadas a mejor película está Figuras ocultas, el mayor éxito de taquilla, y por primera vez optan al Oscar una montadora y un director de fotografía negros.

Y al monumental documental OJ Made in America solo le pisan los talones el exposé de la esclavización a través del sistema de justicia penal 13th y I am not your negro, la joya que resucita los ensayos de la imprescindible voz de James Baldwin. Barack Obama ya no está en el Despacho Oval, pero la conversación sobre el pecado original de EEUU sigue tan vigente como siempre. También en los Oscar de La La Trump.