El ciclo de conciertos De la raíz, que comenzó el 13 de enero con Soleá Morente y concluirá el 8 de abril con Drunken Cowboys & Shantel, es una propuesta tan arriesgada como necesaria, por su concepto y la calidad de los artistas que la configuran. De momento el público no parece apreciar esas cualidades del programa y se hace el remolón a la hora de acudir a las actuaciones. Sus motivos tendrá, claro, pero no sé si ha valorado suficientemente lo que se está perdiendo. En fin...

El sábado llegó al ciclo el sevillano Pájaro (guitarrista que fue de Silvio, ese outsider del rock que con Silvio y Sacramento desarrolló su música en los arrabales del imperio), que hoy vuela en solitario con una oferta sonora diferente, personal y arrebatadora. Pájaro es un cóctel musical de muy amplio buqué, una mezcla transestilística que bebe del rock primigenio, de las bandas sonoras de las películas de Sergio Leone, del ritual rítmico y procesional de la Semana Santa sevillana, de la canción italiana, surf hispano de Los Relámpagos, la música de Manuel de Falla...

A Delicias vino con He matado un ángel, su disco más reciente, por el que pasó de puntillas, y acompañado por el guitarrista Raúl Fernández. Es decir, en formato acústico, por lo que desaparecieron los estimulantes detalles que Pájaro ofrece con el modelo banda. Pero lo que pedimos en espectacularidad, por sugerirlo de alguna manera, lo ganamos en cercanía, en esencia, en gozosa desnudez instrumental. En el repertorio, piezas como Luces rojas; Esperanza; Sagrario Sacramento; Danza del fuego, de Falla; Guarda che luna, una bella canzone que popularizó a finales de los años 50 el gran Fred Buscaglione; Viene con mei; Pregherò, la visión de Pájaro de la versión que hizo Adriano, Celentano de Stand By Me; La pura concepción y La ragazza del elevatore, dos canciones de Silvio y Sacramento...

Puro blues libre, o sea, de la revulsiva y diletante escuela sevillana. El blues del pájaro (no azul), con permiso de Sonny Boy Williamson y su Blue Bird Blues.