Nada menos que ocho repletas cupelas -enormes cubas de madera- atesora la sidrería Begiris, que se han configurado como la sede oficial de esta bebida en Zaragoza. Y allí, mientras la cliente come o cena en las clásicas mesas corridas, cada cierto tiempo, David Royo -copropietario del local junto con su esposa Eva Romanos- grita ¡Txotx!

¿Y qué? Que es el momento en que los comensales que lo deseen se levanten de sus mesas, sigan a David y vayan llenando sus vasos por las diferentes cupelas, que almacenan diversos tipos de sidra. Sidra que, en determinados menús, puede tomarse ad libitum, hasta saciarse para varias semanas. O, por el contrario, degustarla desde las botellas seleccionadas, que David se encarga de diferenciar, explicar, sugerir y servir desde lo alto. Y para los reticentes, también disponen de cerveza y un suficiente surtido de vino.

Casi escondida en el barrio de Santa Isabel, la sidrería sigue demostrando la validez de una fórmula gastronómica que se basa, simplemente, en la calidad del producto, una cocina sincera y sencilla, trato muy agradable y mucha sidra. Todo ello en un insólito local, con sencillas mesas corridas de madera a la vista, además de un jardín con terraza.

Aunque la sidra no es el único atractivo de Begiris, ya que aquí se viene a disfrutar de la comida y de su brasa, que es de las de verdad, con carbón vegetal. Una amplia carta, con enormes raciones, como si estuviéramos en Euskadi, hace dudar a cualquier comensal, embelesado desde esas aceitunas de aperitivo con poderoso sabor a huevo frito, tal cual.

La casa soluciona en parte la elección gracias a su diversidad de menús a precio cerrado. El diario, por 12,50 euros, ofrece numerosas opciones; a modo de ejemplo: Garbanzos a la marinera, Tira de costillar de cerdo a la barbacoa y cuajada. Con una opción exprés, con un plato, sidra y postre por 8,90. Hay más, mucho más: menú Begiris, Sidrería, Cuchara y brasa, Kupela, Txoko y Degustación, desde 21,90 y hasta 41,50 euros, además del Txiki, infantil.

En ellos se pueden encontrar, como en la carta -con un precio medio de 30 euros-, Alubias de Tolosa con sus sacramentos, un espectacular queso manchego a la brasa, o los boquerones en témpura, las alcachofas también en témpura, espárragos de Navarra, las inolvidables croquetas de txuletón, la impenitente tortilla de bacalao, chorizos a la sidra, diferentes ensaladas, como la de perdiz escabechada, garbanzos a la marinera, migas del pastor, patatas asadas...

Brasa de verdad / Variedad que se extiende a los platos fuertes, aunque aquí la especialidad casi obligada es el txuletón madurado de vaca, elaborado en una brasa de verdad, o el entrecot, solomillo, churrasco, etc, siempre de ternera. Pero no faltan los churrasquitos de ternasco, el chuletón de cerda, las carrilleras o el secreto ibérico, codillo, siempre a la brasa. Método que también sirve para la sepia, el rodaballo, salmón, brocheta de langostinos, y pronto el cogote de merluza.

Y postres en esta línea de cocina clásica de sidrería vasca: cuajada, natilla, queso con nueces, tartas variadas, etc. Además de un magnífico y pan, procedente del horno de leña de Villamayor.

En fin, un trocito de la más clásica gastronomía vasca, en un tranquilo barrio de Zaragoza, que merece una visita, alegrada por un servicio de sala atento y muy dispuesto. Para darse un homenaje, beber sidra o disfrutar de una excelente materia prima apenas mejorada por la brasa.