Vicente Aranda, uno de los grandes directores, más radicales y libres de nuestra cinematografía, falleció ayer con 88 años después de padecer durante largo tiempo la enfermedad de Parkinson, que le obligó a alejarse de las cámaras en 2009, cuando firmó su última película, Luna caliente, en la que permanecían presentes algunas de las características que habían trufado su filmografía, entre ellas, el relato negro, el erotismo y el sexo como motores desencadenantes a la hora de desatar el juego de las bajas pasiones humanas. Desde el principio, el director barcelonés supo extraer de la realidad su lado más oscuro, más trágico y atormentado, y lo hizo a través de películas en las que desplegó su capacidad para escarbar en la trastienda de un país que necesitaba sacar a relucir sus demonios internos.

Y lo hizo con todo el arrojo y la valentía del mundo a principios de los sesenta, junto a sus compañeros de la Escuela de Barcelona, una generación marcada por el poso intelectual y el espíritu transgresor que supo tomar el pulso del momento y transformar la represión en rabia subversiva y contestataria, contribuyendo a abrir las puertas a la modernidad durante la época franquista. Firmó su primera película junto a Román Gubern, que lo definía ayer "como un hombre inteligente, culto, de ideología libertaria y como el mejor cineasta que ha sabido plasmar la pasión en el cine". También Pere Portabella, otro de los miembros de ese despertar cinéfilo en Barcelona, recordaba esa época de máxima efervescencia intelectual junto a Aranda, "estábamos en un grupo muy abierto, y hacíamos un tipo de cine que entroncaba con las vanguardias europeas, desde la Nouvelle Vague a Pasolini". De ahí surgieron películas tan atrevidas y modernas como Fata Morgana (1965) o Las crueles (1965), que para Ángel Sala, director del Festival de Sitges, "resultan imprescindibles y demostraron que el espíritu experimental podía conectarse al ejercicio del género". "En su época de madurez fue un excelente cronista de la España negra y amarga, y expuso su culteranismo en su extraordinaria aproximación literaria de algu-nos de los grandes escritores de su época (Martín Santos, Marsé, Montalbán), conjugando un erotismo consciente con un lado festivo y melancólico", concluye Sala.

MUESTRAS DE DUELO

Los restos del cineasta permanecieron ayer en el Tanatorio de la M-80 de Madrid, a donde acudieron personalidades del mundo de la cultura para darle un último adiós. Entre ellos, el presidente de la Academia, Antonio Resines, y otros compañeros de profesión como Imanol Uribe, que destacó "su capacidad de llevar las cosas al límite, ya fuera en la política o en el sexo".

Aranda se rodeó en sus películas de algunas de las mejores actrices de nuestro cine. Su colaboración con Victoria Abril se desarrolló a lo largo de ocho largometrajes, el primero de ellos, la controvertida Cambio de sexo, en 1977. Teresa Gimpera, Maribel Verdú, Ana Belén, Paz Vega, Pilar López de Ayala o Aitana Sánchez Gijón, fueron algunas de sus musas. Esta última lo recordaba ayer como "un director que rodaba como Dios, y que tenía como eje de su mirada, los ojos del actor".

Sabía sacar Aranda el lado más salvaje e intenso de la mujer en sus películas. Cineastas de las nuevas generaciones, como Carlos Vermut reconocen su crucial influencia en su cine: "Amantes (su obra cumbre), Libertarias, Celos o Fanny Pelopaja fueron una fuerte inspiración para mí, sobre todo a la hora de mostrar la figura femenina de una manera tan rotunda. Además, nunca ha sido pudoroso a la hora de mostrar el sexo y su vertiente más mundana, y situarla como núcleo de la historia. Esas relaciones al límite, ese morir por alguien- son algunas cosas que están presentes en mis películas".

PREMIOS

Aranda ganó el Premio de Cinematografía en 1988, en la época en que rodó El Lute (camina o revienta). Pero todavía estaban por llegar algunos de los grandes hitos comerciales dentro de su filmografía, La pasión turca o Libertarias, y sobre todo su acercamiento histórico a la figura de Juana La Loca, película que consiguió tres premios Goya. Aunque la única vez que subió a recoger este galardón fue por Amantes.

Precisamente fue la Academia de Cine la primera en comunicar ayer el fallecimiento del director a través de un tuit: "Se nos ha ido uno de los grandes. Nunca perdió el hábito de hacer cine". Los restos mortales de Vicente Aranda serán incinerados hoy en el cementerio de La Almudena.