La patafísica, nos enseñó Alfred Jarry, es la ciencia de las soluciones imaginarias; un universo suplementario al nuestro; Alicia, al otro lado del espejo. De patafísica, más o menos, vamos hoy.

Vinicio Capossela & Cabosanroque. Un concierto patafísico. Así calificó el gran perturbador italiano Vinicio Capossela (el 13 de octubre, con su banda actúa en Zaragoza) el concierto que compartió con Cabosanroque (Laia Torrents y Roger Aixut), ese dúo singular que construye y hace funcionar espléndidas máquinas sonoras, máquinas deseantes armadas con toda clase de utensilios reciclados. Juntos, en el Mercat de Música Viva de Vic.

Vinicio épico, simbólico, alegórico, cabaretero, operístico, circense, patafísico, con su traje de militar de viejas batallas nunca libradas y su colección de sombreros, envolviendo su cuerpo y sus canciones con la máquina y el talento de Cabosanroque. Un espectáculo fascinante, largo tiempo ansiado y puesto finalmente en pie en el Mercat.

El mismo Mercat vivo que programó a ese hombre orquesta de Euskadi que responde por el sobrenombre de Amorante, quien reformula contemporánea y globalmente la tradición. Multiinstrumentista de voz notable, Amorante dice textos con sentido (con no poco humor en ocasiones) y los envuelve en capas de sonido y loops que va creando mientras desarrolla las canciones. Otro acierto. Como el de Fabrizio Cammarata, también italiano, éste, influido por el viejo Dylan, el ya desaparecido Fabrizio de André y otros cantautores ilustres. Siciliano, de voz envolvente, cerró su actuación interpretando en español una Llorona antológica.

Bill Viola. «El tiempo es el material básico del vídeo», sostiene desde hace años este mago del videoarte. El Guggenheim de Bilbao le está dedicando estos días una interesante retrospectiva (hasta el 8 de noviembre). No es tan completa como la que vimos en el parisino Grand Palais, en 2014, pero sí lo suficientemente amplia para acercarse al universo de uno de los creadores de videoarte más genuinos del siglo XX (y XXI). Las piezas más antiguas están fechadas a mediados de los años 70; las más recientes, hace tres años. En medio, creaciones hermosas y agitadoras, inmersas en las preguntas que persiguen a su autor: «¿Quién soy ? ¿Dónde estoy? ¿A dónde voy?» No hay respuestas; solo el deseo. como William Blake, de que se abran las puertas de la percepción. No se la pierdan.

También en Bilbao (en su excelente museo de Bellas Artes) se puede ver (sólo hasta el lunes, pero no se preocupen, venden el DVD) la obra Different Trains, inscrita igualmente en las coordenadas del videoarte, firmada por la ovetense Beatriz Caravaggio. La propuesta parte de la pieza del mismo título, escrita por Steve Reich para cuarteto de cuerda y cintas pregrabadas, más voces y ruidos de trenes. Fue estrenada (y grabada posteriormente) por Kronos Quartet en 1988 y es una especie de crónica sonora sobre los viajes infantiles de Reich a casa de sus padres (cada uno estaba en un punto diferente del país). Beatriz, con excelente material de archivo, pone imágenes a esa composición llevándola a otro estadio, combinando la memoria del compositor con otra memoria de viaje mucho más tremenda: los trayectos a los campos nazis de exterminio. Different Trains pasa así de lo personal a lo colectivo, de la reflexión sobre la incomodidad a la de la barbarie. Véanla.

Maria Lassnig. Otra exposición retrospectiva (Galería Nacional de Varsovia, hasta el 15 de octubre), en este caso de una de las artistas contemporáneas más agitadoras (Viena, 1919-2014). Maria fue el epítome de la Körperbewusstseinsmalerei (la pintura de la conciencia del cuerpo). Fue definida como «la artista perfecta para la era del selfie», utilizó varias técnicas pictóricas a lo largo de su carrera y también cambió su mirada; pero permaneció fiel al motiv: su cuerpo, que fue transformando pictóricamente, con ironía y con crítica social. Sin olvidar el uso preciso del color. No creía en la fotografía como arte de la representación. pero sí en la imagen en movimiento; sus trabajos de animación, también se presentan en la Narodowa Galeria Sztuki de Varsovia. La obra de Lassnig muestra la brecha entre cómo nos vemos y cómo queremos presentarnos ante los demás.