Asghar Farhadi no solo es un director meramente iraní; lo es con rotundidad. No hace falta haber estado nunca en Teherán para darse cuenta de que sus películas, discúlpese el palabro, derrochan iranidad. La gran virtud de las más celebradas, Nader y Simin, una separación (2011) y El viajante (2015) -tiene sendos Oscar gracias a ellas- está en que en ellas es capaz de ofrecer reflexiones universales contemplando asuntos estrictamente locales como las divisiones económicas, la tiranía patriarcal y el yugo religioso de la sociedad de su país. Es un dato a tener en cuenta a la hora de valorar Todos lo saben, la película con la que anoche inauguró el festival de Cannes y que ha rodado con algunos de los actores más famosos de España -nada menos que Javier Bardem, Penélope Cruz, Eduard Fernández, Barbare Lennie- y el más célebre de Argentina, Ricardo Darín.

«Hace 15 años yo estaba en el sur de España con mi familia, y por la calle vimos la foto de un niño desaparecido», recordó ayer el director. «Nos explicaron que quizá habría sido secuestrado, y mi hija se quedó asustada; tenía miedo de que le fuera a pasar a ella. Decidí que tarde o temprano haría una película inspirada en ello». Todos lo saben es esa película. Arranca con la mirada puesta en Laura (Penélope Cruz), que vive en Argentina con su esposo Alejandro (Ricardo Darín) y que regresa con sus dos niños a España para la boda de su hermana. La súbita desaparición de su hija la obligará a confrontar su pasado con Paco (Javier Bardem), su amigo de la infancia y exnovio. «Es el relato de cómo la sospecha se instala en el seno de un grupo de personas que creen conocerse muy bien», explica Bardem.

La mecánica narrativa es la típica en el cine del director. Utiliza un suceso misterioso como vehículo de un drama doméstico protagonizado por gente atrapada en una red de emociones confusas, sentimientos miserables, oscuros secretos y divisiones de clase enquistadas, y en el proceso va modificando tanto el modo que los personajes tienen de comportarse y de percibirse entre sí como nuestra forma de percibirlos a ellos.

Pese a sus esfuerzos, al contemplar Todos lo saben uno tiene la extraña sensación de que habla de una España que en realidad no existe, y que parece haber sido construida no tanto a partir de la realidad como de un puñado de necesidades argumentales.