Uno de los valores esenciales que se le presuponen al reporterismo de guerra es la determinación de mantener una posición de neutralidad; de, como suele decirse, atenerse a los hechos. Y por eso resulta irónico que el polaco Ryszard Kapuscinski se convirtiera primero en uno de los grandes corresponsales del siglo XX y después en uno de sus grandes escritores de no ficción rompiendo deliberadamente con esa convención, y usando su posición de testigo de primera mano para hacer que sus lectores empatizaran con las vidas de quienes sufren los estragos de la guerra.

En ninguno de sus libros queda esa estrategia tan en evidencia como en Un día más con vida, resultado de los reportajes periodísticos que escribió para la Agencia Polaca de Noticias (PAP) en los meses inmediatamente anteriores y posteriores a la declaración de independencia de Angola de 1975. «Él solía decir que es un error escribir sobre la gente sin vivir en primera persona al menos un poco de lo que esas personas viven», recuerda el pamplonés Raúl de la Fuente, codirector junto al animador polaco Damian Nenow de la adaptación cinematográfica que hoy se ha presentado en Cannes fuera de concurso. «Para él era imprescindible convertirse en algo más que mero observador para entender el verdadero significado de los sucesos que testimoniaba».

A nivel formal Un día más con vida es una rareza, en tanto que está compuesta por 60 minutos de metraje de animación al estilo de Vals con Bashir y otros 20 de entrevistas y material de archivo de acción real. La película nos transporta a la capital angoleña, Luanda, tras el colapso del gobierno portugués y el final de su régimen colonial. Convertido en un apetitoso pastel a causa de la riqueza de sus recursos naturales, el país se convirtió en un tablero de ajedrez sobre el que Estados Unidos y la Unión Soviética tomaron partidos opuestos en una guerra civil entre movimientos de liberación rivales. «Aquél era el lugar en el que Kapuscinski tenía que estar», asegura De la Fuente. «En esa época, si querías saber cuál era el punto más conflictivo del planeta solo tenías que averiguar dónde estaba él».

Un día más con vida imagina secuencias oníricas y flashbacks y momentos alucinatorios, pero a pesar de ello es ante todo una película de guerra con un mensaje inconfundiblemente antibelicista que proporcionar. Con ese fin reproduce literales algunos de los pasajes más explícitos del texto original, e incluye impactantes imágenes como una carretera sembrada de cadáveres de mujeres y niños en estado de putrefacción en un intento, explica el director español, «de empujar al espectador al centro del horror y hacerle comprender el sinsentido de la guerra».

ARGENTINA, PRESENTE / Además, Cannes también tuvo presencia argentina. Adolescente de cara angelical y tirabuzones rubios, pero también dotado de una fría mente criminal. Así era Carlos Eduardo Robledo Puch, el asesino que conmocionó a Argentina en los setenta y en el que Luis Ortega se ha inspirado para ofrecer en El ángel, un retrato que convenció en Cannes. El auténtico criminal, explicó el director, «está en la cárcel desde hace 47 años, es esquizofrénico paranoide, homosexual, homófobo, una contradicción caminante que pide la libertad y cuando se la dan hace todo por no salir, pero no es nuestro Carlitos, es otro». Ortega quiso hacer una película «luminosa y atractiva, no oscura espiritualmente» y narra esa historia que marcó el país «desde la inocencia» de un protagonista.