De vez en cuando una figura nueva, un autor o un personaje llama con fuerza a las puertas de la literatura juvenil, o así denominada, y no sólo se le abren éstas, representadas por las puertas de las casas y las mentes de miles de lectores jóvenes, sino también las de los lectores adultos.

Es el caso de Philip Pullman.

Con la trilogía de la materia oscura, el escritor británico demostró que era capaz de sumarse a la fértil corriente de Tolkien y J. K. Rowling, mezclando mundos irreales, de pura fantasía, pero con un trasfondo metafísico de realidad y razón en nuestros universos mentales, arquetipos de dominio y poder, de seducción amorosa y construcción de sueños individuales. Más al fondo, desde luego, sigue irguiéndose, icónica, la figura de Lewis Carrol y su Alicia, para la que no pasan los años ni los siglos. «Pullman es el heredero vivo de Lewis Carrroll y George MacDonald -ha escrito el crítico de The Guardian, a pesar de que Lewis sea su principal pesadilla por su religiosidad y misantropía. El ha elegido explorar la alegoría fantástica metafísica».

La manera que tiene Pullman de tratar el folklore de la vieja Inglaterra es novedosa, como lo es la manera de situar algo así como una corriente épica por debajo de la narración, que transcurre en parajes llenos de encanto, con viejas aldeas y abadías, y ríos surcados por barquitas como La bella salvaje, propiedad de Malcolm Polstead, un joven de once años que vive con sus padres, y con su daimion, muy cerca de Oxford. La abadía, por la que el niño pasa a diario, está habitada por unas misteriosas monjas, y en la región reside una niña no menos inquietante, Lyra Belacqua, con la Malcolm anudará una singular relación...

Las aventuras de dichos personajes se engloban en la nueva serie de Pullman, El libro de la oscuridad, que sucede a la exitosa entrega anterior, La materia oscura.

Los fans de esta serie estarán encantados de reencontrarse con el mundo familiar de su autor predilecto, con esos daimions, aletiómetros, con las amistosas hechiceras y con el Magisterio, pero, sobre todo, seguirán profundizando, a través de esa especie de visión panorámica o kinestésica de la prosa de Pullman, en niveles de lectura más clásicos y valiosos, hacia estructuras de lenguaje capaces de despertar al mismo tiempo la imaginación y el amor por los recursos de la lengua... a jóvenes y no tan jóvenes lectores.