RESTOS DE LUZ EN UNA CESTA

Joaquín Sánchez Vallés

PUZ

Si la expresión «guardar agua en una cesta» se considera tradicionalmente sinónimo de una acción fútil y abocada al fracaso, qué no podrá decirse si en esa cesta lo que se guarda son restos de luz. Este es, sin embargo, el título del más reciente poemario de Joaquín Sánchez Vallés, publicado por Prensas de la Universidad de Zaragoza en su colección La Gruta de las Palabras. Pero estos Restos de luz en una cesta difícilmente podrían considerarse como un acto fallido, a pesar de que el camino que señalan no conduzca hacia un final feliz. En efecto, como si fuera adentrándose en un bosque cada vez más tupido, la luz que cruza estos poemas va haciéndose menos clara y paradójicamente más hiriente, en tanto que ilumina el paraje desolador que recorre el poeta en su itinerario, que culmina en un soneto titulado de manera inequívoca Dead end.

Sánchez Vallés estructura el poemario en forma de calendario, y es un buen detalle formal que se indique el mes al que cada poema pertenece poniéndolo en el margen de la página, de manera que no se corte el fluir de la lectura. A pesar de que este diario poético abarca casi tres años hay una evolución que niega el posible carácter cíclico que podría deducirse del retorno de los días, y el tono de los poemas del primer junio, por ejemplo, es muy distinto al que puede leerse en los del tercero. Cada vez es más sombrío, más desesperanzado.

Este camino hacia la desolación podría desembocar en un abismo gélido y yerto. Afortunadamente, se trata de un poeta que busca el verso bien construido y en su escritura reivindica el paladeo de la sílaba, de la palabra colocada como un sillar en el conjunto del poema. Así, absuelve la negrura en la que paradójicamente esa luz va envolviendo al lector, a modo de trampa. Una trampa de enorme belleza en la que no es mal destino caer.