Los archivos del Pentágono desarrolla todo lo ocurrido entre el Washington Post (y otros rotativos) y la Casa Blanca justo antes del estallido de un caso aún más celebre, el Watergate. Spielberg termina su filme en ese punto, enlazando así con uno de los clásicos sobre prensa y conspiraciones políticas, Todos los hombres del presidente. Pero si la película de Alan J. Pakula incidía en la conspiranoia, la de Steven Spielberg se centra más en la libertad de expresión.

Antes del Watergate, que acabó con la trayectoria presidencial de Richard Nixon en 1974, aparecieron los archivos clasificados del Pentágono sobre la participación estadounidense en la guerra de Vietnam. Fue en 1971. Nixon no fue el único. Los informes venían de lejos, de los mandatos de John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson. Pero Spielberg es un liberal nada radical que cree firmemente en los principios de la democracia norteamericana, así que el Gobierno de su país sale mal parado pero menos, como tampoco hace sangre de la figura de Robert S. McNamara, el secretario de Defensa más implicado en las mentiras vertidas sobre la contienda.

Spielberg observa el caso a través de dos miradas distintas pero complementarias, la de la directora y el editor principal del Washington Post, los personajes encarnados por los actores Meryl Streep y Tom Hanks. Es la incertidumbre entre publicar los informes clasificados o no hacerlo. En preservar la libertad de expresión. En pensar en la salud económica del diario o desafiar al Gobierno. Más o menos todo el mundo sabe cómo terminó el caso, y lo que significó tanto para el Post, que por aquel entonces estaba en horas bajas, como para las relaciones entre la prensa y la política. No hay pues sorpresas, sino una prolongada cadencia de clímax orales, los que corresponden a cada uno de los momentos en que la directora o el editor deben tomar una decisión importante. Y Steven Spielberg lo observa todo sin acidez, convencido, como ya demostró en su biopic sobre Abraham Lincoln, que el sistema democrático tiene fallos pero todavía sigue siendo sólido.