El esperado nuevo álbum de Kanye West se estrenó el jueves por la noche en un evento en el Madison Square Garden que incluía la presentación de la tercera serie de su marca de ropa Yeezy. Un acto seguido no solo por los afortunados poseedores de una entrada para esta listening party en clave mesiánica, sino también por espectadores de su retransmisión en cines alrededor del mundo. El resto también podía seguirla, o tratar de hacerlo, a través de un streaming de la plataforma Tidal que cayó víctima de problemas técnicos: tiempos de carga imposibles, interrupciones o, simplemente, inacción total.

Quien comprara la entrada pensando en ver un concierto, se sentiría decepcionado: Kanye West bajó hasta la cancha para abrir un laptop y, no sin problemas, poner su disco. En un momento dado, tras acabar una canción, se oyó el sonido blow de cuando llega un mail.

Risas a parte, quien temiera que su matrimonio con Kim Kardashian o su reciente paternidad le llevarían a hacer un disco tan confortable como su nueva vida doméstica, puede respirar tranquilo: sin llegar a los accesos ruidistas de Yeezus (2013), el nuevo álbum, titulado The life of Pablo, muestra a West siguiendo su vena experimental. Sonido sin relleno, como en Yeezus, con fuentes house, techno y noise, y un puñado de invitados (Rihanna, Frank Ocean, The Weeknd).

La canción que iba a causar sensación, y no solo por su estética sonora, era Famous, en la que Kanye rapea sobre Taylor Swift: "Siento que Taylor y yo podríamos tener sexo / Hice famosa a esa zorra". Esto último en referencia al momento de los MTV Video Music Awards del 2009 en que el rapero interrumpió a la cantante durante su agradecimiento al premio al mejor vídeo femenino, que West aseguró debió recaer en Beyoncé. Después, en High lights, Kanye dirige sus dardos al ex de su esposa, el cantante y actor Ray J: "Supongo que Ray J y yo podríamos ser amigos, si no amásemos a la misma zorra / Puede que tú te la hicieras antes / El único problema, yo soy rico".