Un Ray Loriga estudiadamente despeinado, como lo describió, divertido, un miembro del jurado, Andrés Newman, se hizo merecedor ayer del vigésmo Premio Alfaguara con una parábola sobre el momento actual hábilmente disfrazada de futuro. Rendición ha sido descrita por el jurado, encabezado por la premio Cervantes Elena Poniatowska -a quien Loriga rindió pleitesía- como una «parábola de nuestras sociedades expuestas a la mirada y al juicio de todos». De ahí que los padres tutelares de esa historia sean Kafka y Orwell, quizá los dos autores del siglo XX que mejor supieron intuir las angustias e inquietudes del XXI.

No hay que esperar en esta novela los ingredientes habituales de Loriga, «sexo, drogas y rock and roll» sino una crítica sin moralina de cómo nuestra intimidad queda expuesta en este mundo acelerado e hipertecnologizado. Por ese reflejo de un futuro que mira en el presente más candente, el autor madrileño define su trabajo como «retrofuturista», un aviso para navegantes de lo que podría ser ese mañana que nos atemoriza. El protagonista es un narrador sin nombre -algo bastante habitual en los libros del autor-: un hombre cuyos hijos luchan en una guerra innominada y que decide adoptar a un niño refugiado. «No he querido hacer una novela política sino mostrar cómo nos sentimos cuando cambian nuestras circunstancias».

El autor de Héroes respondió al comentario de Santiago Roncagliolo, otro jurado, que le agradeció que hubiera abierto el camino en los 90 a una literatura nada provinciana por la que otros, como él mismo, transitaron: «Cuando me publicaron en EEUU se sorprendían de que mis novelas no parecían españolas, Y yo me preguntaba ¿qué es lo español? ¿Ese lugar folclórico en el que estamos obligados a situarnos? Creo que eso se quita leyendo a Kafka: el escarabajo es cualquiera y está en cualquier ciudad». Pero si de algo alardeó Loriga es de vocación hispanoamericana, en coincidencia con un premio de ese carácter, no solo trayendo a colación sus vinculaciones familiares sino sobre todo respecto a sus lecturas fundacionales, con una especial vinculación al mexicano Juan Rulfo, de quien este año se cumple el centenario. «No habría cogido mi primer lápiz si no hubiera leído Pedro Páramo. Tampoco estaría aquí y no sería quien soy», dijo.

Neuman definió la novela como una obra picaresca de ciencia ficción, algo que Loriga ha aceptado con matices: «Cuando de adolescente leí El guardian entre el centeno me pareció que aquello era un Lazarillo de Tormes con Nueva York al fondo». Para el escritor la picaresca es solo una forma de protegerse de la violencia de la sociedad y sacar provecho de ello.

DOTACIÓN / El jurado reunía también a Marcos Giralt Torrente, Samanta Schweblin, Eva Cosculluela, Juan Cruz y Pilar Reyes. El Alfaguara está dotado con 160.000 euros, una escultura de David Chirino y la publicación de la novela en todo el territorio de habla hispana,