La ceramista belga Anima Roos con su conjunto Duo moonlight es la ganadora del Premio Internacional de Cerámica Contemporánea de Cerco. El galardón se hizo público ayer durante la inauguración de la exposición donde además de las piezas ganadoras se pueden ver otra veintena de entre las presentadas al concurso, por lo que se ofrece una «visión completa de lo que se hace hoy en cerámica», tal y como reconoció Alberto Carasol, director de proyectos de la Asociación Profesional de Artesanos de Aragón. Esta edición (la 15ª) recibió un total de 72 solicitudes y 135 obras de todo el mundo.

A la inauguración de la exposición y entrega de premios asistieron también Fernando Fernández, director general de Artesanía; Carmen Aguarod, en representación del Ayuntamiento de Zaragoza; y Juan Jiménez Fraca, director de la Escuela de Cerámica de Muel.

Anima Roos, que estuvo en el Centro de Artesanía para recoger su diploma, explicó que sus obras llevan «mucho trabajo», ya que comienza con porcelana, que luego pinta en acrílico. Cuando esta seca, da con una esponja, para así dejarla en un milímetro. Es «necesario que sea muy fino» ya que el resultado es fruto de tres capas que puesto al trasluz dota de volumen y color a las piezas. Unas las decora con calcamonias, otras las pinta.

El segundo accésit recayó en Ruth Cepedano por Idees; y el primero en Ana + Betania, por Atomic bom, una especie de bomba atómica de flores. Junto a ellas piezas como Héctor, de Annete Defort; Angustias, de Isabel Alfaro, que llama la atención por su colorido y la expresividad de las múltiples caras qe la forman; Valdas, con Virtual reality; y otras.

Además de los galardones, el Centro de Artesanía acoge Fin, de Miguel Ángel Gil, una muestra en la que el autor juega con la muerte, que trata de forma ecológica e irónica. La primera pieza son unos huesos que forman la palabra Fin, un poema visual con huesos de porcelana. La última cena se compone de una mesa con un candelabro y en un lado, doce platos uno encima de otro, «uno por cada apóstol» y encima de todos, la calavera «el titular de la cena».

Memoria encajonada merece poca explicación. Se trata de una caja llena de calaveras y un año, 1936. Es una obra «reivindicativa, mi pequeña contribución para luchar contra una injuticia y contra los impedimientos para que los familiares puedan enterrar a sus muertos».

Muerte Kintsugi recupera una técnica japonesa en la que obras rajadas se pegan recuperan y sirve para «poner en valor esa muerte»; Start-end la forman una piedra del periodo cámbrico, cuando empezó la vida y junto a ella, la muerte. Atrapado cierra la muestra, donde se enfrenta el poder de la piedra que presiona la fragilidad de un cráneo.