La isla de Tanna, en el archipiélago de Vanuatu, Pacífico Sur, es un lugar alejado de la civilización donde tribus como la Yakel funcionan sin electricidad, agua corriente o teléfono y bajo leyes de siglos atrás. Fue aquí donde el dúo documentalista Bentley Dean-Martin Butler quiso rodar su primera película de ficción. La idea era contar una historia del lugar, con indígenas -que nunca habían visto un filme- como actores y usando la lengua nauvhal.

Un argumento posible surgió, según nos cuenta Dean vía Skype: «En nuestros primeros días allí, fuimos a una reunión sobre dos jóvenes que se habían enamorado, pero no podían estar juntos. Ella había sido prometida a otra tribu en un matrimonio concertado. Al final se accedió a permitir su amor con la condición de ofrecer a alguna otra mujer en algún momento».

Aunque su desenlace sea diferente, la historia de Tanna, estreno singular (y notable) de la semana, es justamente esa: la de dos amantes obligados a estar separados y, en su caso, escapar por una tradición vetusta sobre el matrimonio. En la película, un enfrentamiento entre los Yakel y la tribu rival Imedin se trata de resolver con una boda forzada, pero Wawa quiere en realidad a Dain, el hijo del jefe de su tribu. Sigue drama.

Que no el melodrama: Tanna es una película cargada de gestos de desbordante naturalidad, en equilibrio inspirado entre el acercamiento documental y los mecanismos dramáticos sutilmente insertados en el proceso. Oímos a Butler desde el móvil de Dean, manos libres activado: «Nuestra principal regla como directores es no tener reglas. Una vez dentro de cada escena, no marcamos en exceso el diálogo, ni seguimos una sucesión predefinida de planos».

Tanna estuvo nominada al mejor filme de habla no inglesa en los últimos Oscar. Sus increíbles actores no profesionales merecían estatuilla directa. «Tienen habilidad natural», dice Dean. «En su cultura ganas puntos extra si eres hábil contando una historia. Lo más difícil fue rodar las escenas entre los amantes. En la tribu es tabú mostrar señales de atracción física en público». Para dar el visto bueno vieron la película proyectada en una sábana.