El 1 de diciembre de 1955, una costurera negra de Montgomery, en el profundo sur de EEUU, se negó a ceder su asiento del autobús a los blancos. Ese pequeño gran gesto hizo de Rosa Parks uno de los más grandes emblemas del país en contra de la segregación racial de los negros y a favor de los derechos civiles de las minorías. Tras ser amenazada de muerte, abandonó Alabama y puso rumbo a Detroit hasta el final de sus días. 62 años después, la que entonces era un signo de la prosperidad se ha transformado en una ciudad fantasma. La destartalada casa en la que Parks vivió de 1957 a 1959 iba a ser demolida, pero ha encontrado a tiempo un nuevo hogar al otro lado del Atlántico.

Todo empezó cuando el artista estadounidense Ryan Mendoza, residente en Berlín, visitaba la ciudad del motor. Su último proyecto consistía en trasladar una casa abandonada a una exposición en Bruselas para expresar su sentimiento de expatriado. Ahí conoció a Rhea McCauley, sobrina de Parks, quien lamentaba que la vivienda que había acogido a la activista fuese a ser demolida tras años de aguantarse en unas condiciones paupérrimas. «Supliqué a distintas organizaciones que me ayudasen, pero nadie quiso saber nada», denuncia McCauley, que compró la propiedad a la ciudad por unos 470 euros. El legado, asegura, estaba desmoronándose al mismo ritmo que Detroit.

«Rehén artístico»

Mendoza respondió a ese lamento convirtiendo la antigua casa de Parks en una especie de «rehén artístico», un proyecto llamado a captar la atención sobre la memoria y los derechos civiles en su país. «Esta casa debería estar en Detroit en lugar de Berlín, pero llevarla aquí era la manera de darle visibilidad para que más personas lo apoyen y resalten su figura», explica. Tras 18 días de sudor, Mendoza y su equipo, con la ayuda de voluntarios del barrio, desmantelaron pieza por pieza la casa de Parks. Era momento de embarcar hacia Alemania.

En un rincón del multicultural barrio de Wedding, al norte de Berlín, se esconde el nuevo hogar de la mítica activista. Desde la calle, franqueada por árboles y los característicos edificios racionalistas de la capital, es difícil verla, pero el río de gente indica el camino. En medio de un patio trasero, las ventanas polvorientas y los trozos de madera abollada y despintada de la casa de Parks evocan un pedazo de la dura historia racial estadounidense. Aunque el destino de la casa fue casualidad, Mendoza asegura que en Berlín cobra todo su sentido. «La sociedad berlinesa es mucho más abierta y está más concienciada con los derechos civiles de las minorías», asegura señalando a los visitantes que observan la vivienda.

A pesar de la buena acogida, la instalación no pretende durar mucho tiempo. Justo al lado, Mendoza reside con su mujer Fabia, directora del documental The White House, en el que captura la historia del proyecto. Su intención es que una institución estadounidense termine comprando la construcción para ayudar así a la fundación de McCauley sobre la memoria de su tía. Para ello, sopesa hacer que otros artistas apadrinen la casa para que más gente se interese en saber quien fue Parks. Mendoza ha colaborado en otros proyectos con escritores de la talla de Irvine Welsh y Milan Kundera.

Además de abrir las puertas a la casa de Parks, Mendoza también ha inaugurado una exposición fotográfica en la capital alemana junto al prestigioso fotoperiodista estadounidense Steve Schapiro en la que figuran retratos del movimiento por los derechos civiles y de líderes raciales como Martin Luther King y la misma Parks. Todos los actos apuntan en la misma dirección. «Nos recuerda lo fácil que es caer en el autoritarismo, solo hace falta que gente con muy poca alma se junte en el gobierno», señala.