A medida que se reivindica fuera de Aragón el nombre del escritor Ramón J. Sender, más se le olvida aquí. Somos así, qué se le va a hacer.

Algunas editoriales, por fortuna, se toman la molestia de ir renovando la obra del genio de Chalamera; siendo, más que buena, excelente la noticia de que el sello Contraseña ha dado nuevamente a la imprenta El bandido adolescente, una de de las composiciones legendarias de Sender, en este caso sobre la figura de Billy el Niño.

Realmente, se llamaba William H. Bonney. Nació en la ciudad de Nueva York el 23 de noviembre de 1859, cuando los tranvías arrastrados por caballos despertaban el lirismo de Walt Whitman (humorada senderiana) y los ferryboats a la isla de Manhattan el canon del progreso y la modernidad.

Su padre era irlandés. Murió muy joven, siendo niño William, justo después de viajar a Kansas, y eso obligó a su madre a subsistir entre grandes penalidades hasta que conoció a quien sería su segundo esposo, un tal Mr. Antrim, buen hombre, poco bebedor, muy rezador y mascador de tabaco.

La nueva familia se mudó a Nuevo México, donde Billy vio a sus primeros indios y tomó contacto con la herencia española y el idioma castellano. De hecho, aprendió nuestra lengua y siempre llevaba en el bolsillo una baraja de cuatro palos. Aunque iba creciendo, su rostro, que recordaba a los finos rasgos célticos maternos, conservó rasgos infantiles, una suavidad angelical de todo punto engañosa con respecto al férreo carácter que se iba forjando en su interior.

El primer hombre al que Billy mató no cayó bajo su infalible revólver, sino apuñalado por su pequeño cuchillo. Era un ganadero, había faltado a su madre y recibió la muerte en la cantina de Joe Dyer, a quien llamaban el Cabra.

A partir de ahí, The Kid, prófugo de la justicia, se convirtió en lo que los mexicanos llaman un desperado, lo que podría traducirse por un fuera de la ley. A caballo siempre, sus atracos y asaltos, asociados a otros desperados, se sucedieron a uno y otro lado de la frontera. Durante un tiempo trabajó para Chisum, el mayor ganadero de la región, hasta que la muerte reapareció en su vida, y con ella la sombra del sheriff Garrett.

Un fascinante relato del escritor aragonés más importante del siglo XX.