Hemingway habló de "elegancia bajo presión" como un estilo de vida, pero nadie mejor que el británico Salman Rushdie (Bombay, 1947) para defender la divisa. No solo porque es el más famoso y carismático escritor que el islamismo puso en el centro de su diana sino porque ni un solo día, en las horas que dedica a la escritura, ha dejado que ese peso lo amedrentara. Acaba de salir su nueva novela, la número 11, Dos años, ocho meses y veintiocho noches (Seix Barral). El autor vuelve a adoptar el papel de Sherezade masculino --igual que ella también Rushdie asocia la narración con la supervivencia-- para un desaforado y divertido libro que a modo de cajas chinas es capaz de unir al pensador andalusí Averroes con los yinns --esos genios lúbricos que aparecen en Las mil y una noches--, los superhéroes de los cómics o Harry Potter en un grotesco Nueva York de pesadilla.

--¿Qué ha ocurrido en su vida para que decidiera abordar un libro tan excesivo y celebratorio de la vida?

--Después de describir en mis memorias, Joseph Anton, los detalles de mi persecución, sentí que me había liberado de un lastre que cargué durante 20 años. Recordé los cuentos que mi padre me leía antes de dormir, Las mil y una noches, una edición maravillosa que ahora tengo conmigo. Lo que hice fue ponerlos en colisión con el Manhattan de hoy en día. Hoy Nueva York está poblado por escritores de todo el mundo que traen sus historias de Vietnam, China o la República Dominicana y las convierten en americanas. Y yo, que vivo en esa ciudad desde hace 16 años, pensé que podía hacer lo mismo.

--El libro trasmite la idea de que en el fondo, todas las historias son la misma. Ya sea los mitos musulmanes, la Biblia o las historias de superhéroes. Todas nacen de un mismo magma.

--Somos la misma especie, así que se nos ocurren las mismas cosas. Les damos distintos nombres pero en esencia todas las historias hablan de lo mismo. La función de esas historias es concentrar la verdad en paquetes muy pequeños. No sé por qué pero las historias de los yinn, esos dioses paganos amorales, parecen encajar a la perfección con el mundo actual.

--¿Y así Superman o Batman serían la respuesta actual a aquellos seres mitológicos?

--Bueno, en el mundo de los superhéroes todo es menos ambiguo. Hay muy pocos que lo sean porque fueron inventados como una respuesta popular al auge del nazismo. Yo también crecí leyendo esas historias y conozco la diferencia entre la criptonita verde y la roja.

--Otro de los personajes del libro es Ibn Rush, a quien Occidente conoce como Averroes, el filósofo que defendía la razón frente a la irracionalidad religiosa. ¿Se identifica?

--Mi padre decidió adoptar su apellido, Rush, como homenaje. Y cuanto más leo y estudio a Averroes más identificado me siento con él. No solo por sus ideas sino por las similitudes en nuestras vidas. Mi padre murió mucho antes de que la problemática de mi trabajo estallara, pero el legado que me dejó en ese apellido es muy importante. Solo me di cuenta de eso cuando ya era demasiado tarde para contárselo.

--¿Podría decirse que ese apellido es su particular traje de Superman?

--Sí (ríe). Es como si mi padre me hubiera enviado un mensaje desde la tumba. Averroes fue muy poco reconocido por la tradición musulmana y muy influyente en la cristiana. En el fondo yo me siento así también. Es un poco extraño ser tan rechazado y