Ver una comedia en una gigantesca y abarrotada sala de cine (1.800 butacas) tiene algo de mágico. En el festival de San Sebastián ya ha pasado dos veces. La primera, con la francesa Ces’t la vie!, de los directores de la taquillera Intocable, Eric Toledano y Olivier Nakache. El público se tronchó, pero muchos críticos consideraron casi una ofensa incluirla en la sección oficial de un certamen de categoría A. La segunda vez que el Kursaal donostiarra estallaba en carcajadas fue ayer, con la americana The disaster artist, en la que el versátil James Franco recrea el rodaje de una película infernal (The room) que terminó por convertirse en un filme de culto. The disaster artist es simpatiquísima y está hecha para gustar hasta a los paladares más cinéfilos. Porque lo que hace Franco es una muy certera sátira del mundo del cine.

The room se estrenó en el 2003. Pretendía ser un drama serio, pero era tan mala que la poquísima gente que la vio se divirtió como si fuera una comedia. Su director es un tipo inclasificable, Tommy Wiseau, que pagó de su bolsillo la millonada que costó semejante disparate. Su objetivo era pasar a formar parte de la historia del cine. Y, curiosamente, eso es algo que acabó pasando, porque meses más tarde, la película empezó a proyectarse en sesiones golfas y consiguió una legión de seguidores.

James Franco (127 hours, Spiderman) no sabía nada de Wiseau hasta que cayó en sus manos la novela que cuenta el bizarro rodaje de The room. Ávido por dirigir historias diferentes, Franco apostó por adquirir los derechos del libro y ponerse en contacto con el propio Wiseau, un tipo díficil que piensa que lo sabe todo, que tiene una extraña forma de hablar y una más rara todavía de vestir. Nadie sabe su edad ni dónde nació.

EN LA PIEL DE WISEAU / Franco no solo dirige The disaster artist, sino que también se pone en la piel de Wiseau. Y lo clava. La película es un canto de amor al cine que muestra qué duro es buscarse la vida como intérprete, algo que Franco (California, 1978) sabe muy bien. Ahora es un solicitado actor, productor, director, escritor y hasta pintor. Pero también fue un chaval que dejó la universidad y se plantó en Los Ángeles con una mano delante y otra detrás. «Los inicios son duros. Yo también trabajé un par de meses en un McDonald’s hasta que conseguí rodar un anuncio», recordó en San Sebastián, donde realizó una entrada triunfal -aplausos incluidos- en la sala de prensa acompañado de su hermano, Dave, que también es actor y que en The disaster artist da vida al mejor amigo del entrañable y patán protagonista.

La primera vez que Franco telefoneó a Wiseau estaba temeroso. «¿Quién me interpretará a mí?», le preguntó. «No lo sé», le engañó Franco, que ya tenía decidido que sería él mismo. «Yo creo que se lo podrías decir a Johnny Depp», soltó Wiseau, dando muestras de que, definitivamente, no está en este mundo. Franco no pudo evitar reírse: «Bueno, Depp es una estrella. No creo que podamos contar con él. ¿Qué te parece si lo hago yo?» La respuesta fue tajante: «Bueno, no sé. He visto tus películas. Hay cosas que haces bien y, sinceramente, otras mal».

A pesar de las dudas de Wiseau, The disaster artist es un buen trabajo como actor y director de Franco, que, además, ha tenido el acierto incluir escenas reales de The room al final del metraje. El parecido entre ambas cintas es tan impactante que el público estalla en carcajadas. La magia del cine.