Rodrigo Fresán, hábil estratega de la presentación en la feria de la literatura, fue el encargado de caldear los ánimos del respetable el miércoles en Barcelona. Se trataba de mostrar en vivo, en directo y sin bozal al perro diabólico de la literatura norteamericana, James Ellroy, que ha recalado en España inmerso en una mareante macrogira europea para presentar Sangre vagabunda (Ediciones B), el cierre de lo que hasta el momento es su obra magna, la Trilogía americana. "Da miedo", advirtió teatralmente Fresán y recordó que, aunque el autor de L. A. Confidential adora a los perros, en su leyenda está el haber matado a un doberman con sus propias manos.

ENTRE BROMAS Apareció Ellroy y su fibroso e imponente aspecto de marine malísimo pareció por un momento dar la razón al argentino. Y más cuando leyó, gesticulante y actorazo total, las primeras páginas de su novela. Impagable el momento en que con gran intensidad se llevó la mano a la bragueta. Todo en Ellroy es intenso. Incluso el personaje que arrastra y del que tiene el acierto de ser el primero en tomarse a broma. Contó un par de chistes: "No tengo móvil, no navego por internet y no leo los periódicos --esa parte es verdad--. Por cierto, esta mañana he oído que habían elegido presidente de Estados Unidos a un negro. ¿Ustedes saben algo de eso?"

¿Cuáles serían los atributos de Ellroy en el caso de ser un personaje de una novela de Ellroy? "La fe religiosa, el que mi padre me enseñara a leer a los tres años, el asesinato de mi madre, la curiosidad por la vida criminal de Los Ángeles, una gran meticulosidad, la capacidad de aprender de mis errores y la esperanza de ser cada vez mejor escritor". La enumeración dice poco de la leyenda según la cual se dedicó a robar casas en su juventud. "Entré unas 20 veces para husmear cautelosamente, era un frikie, un criminal de poca monta y mi único peligro era el acné", afirma con hinchado orgullo, al borde la autoparodia. "Muchas veces creí que estaba escribiendo la gran novela americana, el problema es que los putos norteamericanos no lo creen así". "¿Saben ustedes quién es mi mayor héroe? Adelante. No es un escritor", preguntó a la audiencia prometiendo libros firmados como premio. La respuesta, fácil para sus fieles lectores, es, naturalmente, Beethoven. "Mi obra es al thriller lo que las composiciones de Beethoven son a la música clásica", dijo. Y comparó la tetralogía que empezará a escribir este mismo año con los últimos cuartetos del compositor clásico.

El resto de sus fijaciones también hizo su aparición en la charla. Dios, a quien pidió fuerzas para acabar su primera novela, allá por 1979 cuando trabajaba como cadi en un campo de golf. Su obsesión por la historia, aunque sus novelas más que históricas son "histéricas", como apuntó Fresán. Su odio a Kennedy: "Era un presidente mediocre y su asesinato el más sobredimensionado". Y, por último, pero no en último lugar, su conflictiva relación con las mujeres. Enumeró a las tres últimas, que le echaron "a patadas", unas por "macho" y otras por irreconciliables diferencias religiosas y políticas, antes de recalar en su actual novia Erika Schickel, la mujer con la que el aplacado genio oscuro piensa pasar el resto de su vida.