En el top ten de películas españolas más taquilleras fuera de España durante el 2016 se han colado títulos esperables como Julieta (número uno, con más de 15 millones de euros) y un proyecto animado de clara ambición internacional como Atrapa la bandera, pero también Summer camp, una modesta serie B de terror que pasó desapercibida por la cartelera nacional, fundamentalmente porque su distribuidora, Filmax, prefirió estrenarla paralelamente en Wuaki.tv antes que de forma masiva en salas comerciales.

El debut como director del guionista Alberto Marini (Mientras duermes, El desconocido) llegó a las salas de hasta 14 países extranjeros, donde recaudó en total 1.898.125 euros (es decir, alrededor del doble de un presupuesto de millón de euros); más de cuatro veces lo que Ma ma de Julio Medem. También supera a Cien años de perdón y Kiki, el amor se hace en el ranking publicado por el Instituto de la cinematografía y de las artes audiovisuales (ICAA).

¿Cómo lo ha logrado? ¿Será que los fans del terror son los más hambrientos y fieles que tiene cualquier género? Marini dice: «Es la fuerza del terror. Rompe las barreras culturales más que otros géneros y su éxito no depende del star system ni del presupuesto de producción. Eso permite que una película de dimensiones bastante reducidas como Summer camp viaje más que otras más grandes y sonadas».

A ese campamento de verano los niños van a aprender inglés: es un modo de justificar que el grueso de los personajes centrales sean estadounidenses y en la película apenas se oiga una palabra en castellano. Por otro lado, los niños no aparecen hasta un final histérico. «El terror independiente hace tiempo que no funciona bien en España. Sabíamos que nuestro mercado, estaba más en las dos Américas y en Asia que en Europa».

Summer camp arranca con una persecución, que en realidad es el entrenamiento de Christy (Jocelin Donahue, del filme de culto La casa del diablo) y Michelle (Maiara Walsh) para su labor como monitoras. Antonio (Andrés Velencoso) quiere ligárselas, como hizo con las compañeras del año pasado, para frustración de su colega Will (Diego Boneta). Pero el verano soñado se tuerce cuando un personaje cae víctima de una especie de rabia y empieza a echar bilis negra por la boca. Sigue el caos, ordenado con inteligencia por un Marini que sabe jugar con las normas del terror de infección.

De México a Malasia

El director y coguionista (ayudó Danielle Schleif) ya se habría dado por satisfecho con el éxito en festivales como el FrightFest londinense, Sitges y el surcoreano de Busan, donde vivió el acoso de los fans: «Sigo pensando que me confundieron con otro».

Sin embargo, también llegó el éxito de taquilla, primero en México, donde aprovecharon el tirón de Boneta, el Rocco de Rebelde. «Era lo más natural -dice Marini-, estrenar inicialmente donde la película podía tener más potencial». Summer camp, atrajo hasta a 700.000 espectadores. Una cifra sorprendente, aunque tampoco están mal los 250.000 de… ¡Malasia! Si Marini tiene una espina clavada, es la «salida muy discreta, si no secreta, en España». Y que en su Italia natal ni siquiera se haya estrenado, «aunque existe una copia pirata en la red que algún buen samaritano ha subtitulado en italiano».