Con motivo de la exposición Settecento veneciano (Lonja y Palacio de Sástago, 1990), Giadomenico Romanelli escribió en el catálogo sobre la enorme complejidad de la realidad veneciana durante el s. XVIII, una época de grandes transformaciones a nivel político que provocaron la desaparición misma de la República como estado autónomo. No obvió las múltiples interpretaciones literarias que nada tenían que ver con la realidad histórica de una ciudad que, a pesar de estar marginada desde 1718 de Europa, fue lugar de confluencia de destacadas y muy activas personalidades en todos los ámbitos. Tras la campaña militar de Bonaparte en 1797, anotó Romanelli, la República dejó de vivir como un acto de autocancelación; pero no fue un siglo de muerte sino de vida. La ciudad es la gran protagonista de la Venecia del XVIII, de tal modo que el escenario urbano es el tema central del género que fascinó a los turistas europeos: la vedute, que abre la exposición Settecento. Obras maestras de la pintura italiana de los Staatliche Museen zu Berlin en CaixaForum. Entre los vedutistas Canaletto alcanzó la cima, según Romanelli, por su ilusoria fidelidad y capacidad de inventar atmósfera y por su deseo de dar testimonio de la imagen de Venecia en Europa; también por su decisión de participar en la reflexión de las teorías arquitectónicas sobre el renacimiento de Palladio y en el redescubrimiento de lo antiguo; además de repensar la forma, la imagen y la estructura misma de la ciudad.

El s. XVIII es complejo en Venecia y en toda Italia. La confluencia de estilos pictóricos dinamiza un escenario difícil de reducir a meros esquemas. Pese a todo, Ángel Aterido, comisario de esta exposición hace un esfuerzo por abordar los rasgos principales a partir de una selección de pinturas realizadas por artistas italianos pertenecientes a los fondos de los Museos Nacionales de Berlín, adonde llegaron en su mayoría tras ser adquiridas por viajeros que habían visitado Italia, como destino final del Grand Tour.

La vida cotidiana, las fiestas, el abandono en los retratos de la retórica propia del alto Barroco, la búsqueda de una visión más directa o el interés por los adelantos científicos, son algunos de los temas del segundo apartado Intimidad, fiesta y fantasía: el hombre del siglo XVIII. La importancia de la anécdota no determina, sin embargo, el abandono de las grandes historias mitológicas, bíblicas o literarias, asuntos de los bocetos para los grandes frescos que habrían decorar palacios e iglesias que se reúnen en el tercer apartado Historias y emociones: modos de narrar. Cambia, eso sí, el modo de narrar. Cierra la exposición La imagen religiosa apartado que reúne bocetos, cuadros de altar y lienzos del tema predominante en la pintura que los artistas decidieron adaptar a los nuevos tiempos aportando la idea de proximidad.