No fue la mejor de las galas, pero tampoco de las peores. Sea como sea, se esperaba una mayor incisión política y menos palmadas de Hollywood a sí mismo. Aquí los 10 instantes menos oscuros de otra gala de los Oscars excesivamente larga (aunque el discurso más corto tenía premio: una moto de agua).

En su segundo año consecutivo como presentador, Jimmy Kimmel resolvió con bastante fortuna la papeleta de acercarse al momento del #MeToo con empatía pero también humor. Dirigió buenos dardos a Harvey Weinstein y Mel Gibson, y regaló líneas tan citables como: «Si podemos unirnos para parar el acoso sexual en el trabajo, las mujeres solo tendrán que lidiar con el acoso sexual en todos los otros sitios a los que vayan». Un punto flaco del monólogo fue su chovinismo/ombliguismo: Kimmel señaló que solo dos de las nueve nominadas a mejor película (Dunkerque y Déjame salir) habían superado los 100 millones de recaudación, pero, sumando la recaudación del resto del mundo, no serían dos, sino seis.

63 años después de ganar el Oscar a la mejor actriz secundaria por su papel en La ley del silencio, Eva Marie Saint volvió a los Oscar para presentar la estatuilla al mejor vestuario y deslumbrar con su belleza, elegancia y lucidez. «Acabo de darme cuenta de algo; soy más mayor que la Academia», dijo, «unos cuatro meses más, o quizá cinco». Los suyos son los 93 años mejor llevados que se pueda uno imaginar. En su emotiva aparición aprovechó para recordar a su marido, Jeffrey Hayden, fallecido en la Nochebuena del 2016 con 90 años. Estuvieron casados 65 años.

En su presentación de los Oscar al mejor corto documental y de ficción, Tiffany Haddish y Maya Rudolph bromearon sobre los supuestos avances de la Academia en cuestión de representación, tanto en las nominaciones como en la elección de presentadores. Lo suyo fluyó con tanta química y gracia natural que muchos, incluyendo Tyra Banks, solicitaron en las redes el cambio de Kimmel por ambas en los Oscar del 2019. Dato trivial de suma importancia: Haddish se puso el mismo vestido blanco de Alexander McQueen que llevó en la promo de Plan de chicas y a su paso por Saturday night live, donde ya avisó: «Creo que debería ponerme lo que quiera, cuando quiera las veces que quiera, mientras lo limpie».

El vídeo, quizá, más convincente de este año no fue el larguísimo y algo aleatorio montage dedicado al sempiterno tema de la magia del cine, sino el presentado por Ashley Judd, Salma Hayek y Annabella Sciorra (tres víctimas del acoso sexual de Harvey Weinstein) en defensa de las iniciativas Time’s Up y #MeToo. Personalidades como Lee Daniels, de nuevo Nanjiani, Ava DuVernay y Geena Davis defendían aquí con fiereza la necesidad de acabar con la discriminación por motivos de género y raza. La declaración quizá más contundente corrió a cargo de Daniels: «Váyanse preparando para más Black Panthers, más Pliegues en el tiempo. Estamos aquí, y no nos vamos a ir a ninguna parte». Palabra.

Finalmente no ganó (ni, por suerte, This is me), pero Mystery of love fue la mejor canción que sonó en el Dolby Theatre; también la interpretada con mayor delicadeza de matiz. Brillan la voz susurrante de Sufjan Stevens y también las aportaciones de invitados brillantes, entre ellos Annie Clark, alias St. Vincent, a la que algunos confundieron con la también actriz Rooney Mara en la alfombra roja. No era una sorpresa, era un reencuentro: Clark formó parte del grupo de gira de Stevens antes de convertirse en St. Vincent. Lo raro, como señaló el crítico Mark Olsen, es que no se dedicara a la artista (como tampoco al gran Moses Sumney) un solo primer plano en la retransmisión. Y que la canción durase menos de dos minutos.

Sabíamos que con ella llegaría, si no el escándalo, como mínimo algo de electricidad extra. Y McDormand no defraudó. De entrada, la Mildred de Tres anuncios en los afueras quiso reconocer a todas las mujeres nominadas este año y les pidió que se levantaran para compartir con ella ese momento. Su discurso acabó con un par de palabras que parecieron misteriosas: «Inclusion», «rider». Gracias a la mente colmena que, en su mejor expresión, puede ser Twitter, pronto supimos a qué se refería. Los actores importantes pueden estipular en los contratos que firman tanto el elenco como el equipo de una película esté formado por el grupo de personas más diverso posible.

Incluso entre los más fans de Guillermo Del Toro hay división sobre la posición de La forma del agua en el conjunto de su magna filmografía: a algunos les encanta, pero otros habrían preferido que lo ganara por La cumbre escarlata y la nunca bien ponderada Pacific Rim. Sea como sea, es imposible enfadarse por que Del Toro gane un Oscar. Por la pasión evidente que el mexicano invierte en su labor como cineasta. Y por lo condenadamente buena persona que parece. En su discurso volvió a insinuarlo al decir: «Creo que lo mejor que hace el arte y nuestra industria es desdibujar las líneas en la arena», es decir, las fronteras, cualquier clase de muro.