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Saw VIII’

Michael y

Peter Spierig

A lo largo de sus primeras siete entregas, la saga Saw popularizó una formula hecha de elaboradas trampas mortales, gore tremebundo (extremidades cortadas, cuellos seccionados, cadáveres carbonizados), insufrible moralismo y un nivel casi autoparódico de enrevesamiento narrativo. La octava no se aleja de la fórmula, y por tanto sus intentos de sorprendernos y provocarnos resultan entre cómicos y patéticos. No está entre las peores películas de la serie: es una de las menos flagrantes en su falta de imaginación y de las visualmente menos toscas. NANDO SALVÀ