Después de tres novelas publicadas, Cristina López Barrio se alzó como finalista del Premio Planeta con Niebla en Tánger, la historia de la búsqueda de un misterioso amante en la exótica ciudad marroquí.

—Tánger fue el destino de su primer viaje sin padres a los 19 años. ¿Sigue enamorada de esa ciudad?

—De pequeña me apasionaba la cultura oriental. Había leído Las mil y una noches y aquel viaje supuso la entrada a un mundo completamente distinto. Me fui con una amiga en un autobús de Mundo Joven a finales de los ochenta, y sentí como la carcasa de mis sentidos se resquebrajaba para dar paso a un montón de estímulos. Tánger era una ciudad que se podía oler, escuchar y visualizar. Sus pirámides de especias, sus fuentes, la suciedad de la medina, los gatos por las calles, el sonido del muecín, etc. Es una ciudad que embriaga y que te incita a la aventura.

—Su estilo es sensorial, presta mucha atención a los detalles y al margen de las descripciones se puede sentir fluir la ciudad a través de las páginas.

—Eso he intentado, al margen de la lectura y del desarrollo de los personajes he tratado de que los lectores puedan degustar ese Tánger a través de los olores, los sabores y las sensaciones.

—Otra de las inspiraciones de su novela es el personaje mitológico del folclore judío sefardí conocido como Aisha Kandisha, una especie de mujer fatal con patas de cabra que seducía a los hombres y les hacía desaparecer en las tormentas de arena.

—Encontré ese personaje en el libro de Juanita Narboni La vida perra. Se trata de una mujer que aparecía en las noches de viento para llevarse a los hombres. Además, eran las propias mujeres las que la llamaban para que se librasen de los maridos que en un momento dado les habían herido, era una especie de mujer del saco. Existe toda una tradición verbal de este tipo de relatos verdaderamente preciosa en Marruecos. De alguna manera he querido que esta novela sea un homenaje a todas esas historias.

—Su protagonista, Flora Gascón, intenta escapar de un matrimonio anodino. ¿Cómo han reaccionado sus lectoras ante la historia?

—Oscar Wilde dijo una vez que «lo menos frecuente en este mundo es vivir, la mayoría de la gente solo existe» y eso es exactamente lo que le pasa a Flora. El encuentro con este misterioso amante le lanzará a una aventura en la que intentará recuperar la vida que ella realmente quiere. La novela rebosa de una llamada a vivir la vida, a arriesgarse y a salir de nuestra zona de confort, nuestra incómoda comodidad. Que esté contado desde el punto de vista de la mujer no es casual, la precariedad económica de la mujer le obliga a mantener este tipo de situaciones. El libro ya no es mío, ahora el libro pertenece a los lectores y ha sido muy bonito ver que a muchas de mis lectoras este libro les ha servido para reflexionar sobre su vida, para lanzarse a la aventura y para comenzar a ser coherentes consigo mismas y con la vida que quieren vivir. Dejar de existir y empezar a vivir de una forma valiente.

—Su novela presenta un juego metaliterario similar al que Julio Cortázar presentó en su novela ‘Continuidad en los parques’ ¿Le sirvió como esquema narrativo?

—Desde luego, es una manera de hacer partícipe al lector del juego narrativo de una novela dentro de una novela. Existe una continuidad de ficciones en la que los personajes deambulan por ambos mundos y en la que incluso Flora se ve obligada a concluir la novela que está leyendo con sus propias acciones.