Eva García Sáenz de Urturi lleva escribiendo novelas desde 2012, sin embargo no fue hasta el año pasado cuando se convirtió en un auténtico fenómeno de masas. El Silencio de la Ciudad Blanca va por su 17ª edición y Atresmedia ya se ha hecho con los derechos para una adaptación cinematográfica. Urturi estuvo el pasado miércoles en el Ámbito Cultural del Corte Inglés presentando la segunda parte de la trilogía: Los Ritos del Agua.

<b>—En una entrevista dijo que quería escribir una historia que “que no revolviese el estomago”.</b>

—Intento que mis novelas sean muy blancas, me propuse que el asesino matase sin derramar sangre. Es el problema que tengo con autores como Jo Nesbo o Don Winslow. Cinco años después de leer El poder del Perro solo recuerdo las veinte páginas en las que Winslow describe como a un tipo le pelan una tibia hasta dejar solo el hueso. No quiero que la gente me recuerde por cosas tan salvajes. Quiero tratar temas duros pero sin escribir escenas explicitas. Para eso utilizo las elipsis, el antes y el después. Cuando los lectores vienen a las firmas me comentan que lo que escribo es muy duro, pero siempre tengo que corregirles diciéndoles que eso que me están contando no lo he escrito yo, sino que ha sido algo que se han imaginado.

—¿Da miedo enfrentarse a una segunda parte?

—Las segundas partes son complicadas por el hype. Cuando una primera parte gusta tanto tienes uno sector de fans de apenas un 1% que son auténticos fanáticos. Esos fanáticos son los primeros que te destrozan la segunda parte, porque escribas lo que escribas nunca va a ser exactamente lo que ellos esperaban. A veces me entran ganas de decirles ‘no me quieras tanto en la primera y no me odies tanto en la segunda’. Hagas lo que hagas nunca vas a hacer algo que agrade a todo el mundo. Lo importante es hacer lo que tú, que eres la madre de la criatura, consideres correcto.

—¿Qué diferencias hay entre la primera y la segunda entrega?

—La primera era más novela juego, quería jugar al ¿quién lo hizo? como en 10 Negritos, Los Ritos investiga la psicología del asesino, lo que le ha tenido que pasar para convertirse en lo que es.

—¿Qué dice la novela de la sociedad actual?

—Tras estudiar mucha criminología me di cuenta de que las personas que acababan ejerciendo la violencia eran personas que habían tenido una infancia disfuncional. Niños torturados que al crecer habían ocupado el sitio del torturador, niños cuyos padres y cuyos abuelos habían crecido en ambientes similares. Si te vas remontando hasta el siglo XIX, hasta el Medievo, te encuentras con una cadena de violencia que se remonta al paleolítico. El mensaje de estos libros es que cuando nos hacemos adultos y tenemos el poder de agredir a otros también tenemos el poder de parar esa violencia y de educar a la siguiente generación de una manera diferente. Las víctimas tienen el poder de superarlo, de demostrarles a sus agresores que no van a repetir el esquema. Se trata de la eterna lucha del bien y el mal, una lucha que cada uno libra en su interior.