Hollywood nos enseñó que un productor es un señor sentado detrás de una mesa gigante. Fuma puros y cuenta fajos de dinero. Pero eso es en el cine, porque la realidad es otra. Beatriz Bodegas, productora de Tarde para la ira, no fuma. En su despacho hay chocolate y flores. ¿Fajos de dinero? Ni uno. Es más, Tarde para la ira —con muchas posibilidades de salir triunfante en los Goya, que se entregan el sábado— no le ha generado ni un solo euro de beneficio. De momento. «Todo lo que tengo, incluida mi casa, lo tengo hipotecado», afirma sin perder la sonrisa.

Bodegas conoció a Raúl Arévalo en el rodaje de La vida inesperada (2013), segunda película de su productora, La Canica Films, que montó por su cuenta tras una dilatada carrera como ejecutiva en Sogecable y Warner. «Tengo un guion. Lo estoy moviendo desde hace mucho, pero nadie lo saca adelante. ¿Lo quieres leer?», le dijo el actor. «Claro. Envíamelo», fue la rápida respuesta. Bodegas lo leyó un domingo por la tarde. Del tirón. Al llegar a la última página, se le puso un nudo en la garganta y pensó que tenía delante un peliculón. Llamó a Arévalo y le dijo: «Vamos a por ello». Bodegas empezó a hacer lo que hacen los productores: vender humo. Porque Tarde para la ira es ahora es un thriller formidable, pero en el 2013 era una simple idea firmada por un actor popular.

Se recorrieron las teles, fundamentales para conseguir dinero. «TVE entró en el proyecto, una cadena que está muy bien para la parte de producción pero que no te da apoyo mediático», se lamenta Bodegas. En cualquier caso, el dinero de la corporación pública sirvió para empezar a trabajar. Después se unió Movistar+ y el filme se vendió a Italia. «Pedí un crédito personal de mucha pasta. Nos llaman subvencionados, pero no he recibido un duro de subvención. He pedido la del Instituto del Cine. Me llegará dentro de dos años. Y ese dinero irá directo al banco para saldar deudas. Porque eso es lo que tengo ahora mismo: deudas. Espero, eso sí, cubrirlo con las ventas internacionales, que están yendo muy bien».

Rodaje especial

Tarde para la ira es una película de producción media. Ha costado, incluyendo copias y publicidad, unos dos millones de euros. La taquilla que ha conseguido (floja para las expectativas) asciende a 1.150.000 euros, cantidad que no ha servido para que la productora gane dinero. Arévalo también se ha rebajado el sueldo. Ha cobrado una parte. La siguiente la cobrará cuando haya cash (si lo hay).

Abogada de formación, Bodegas sabe que, con los números por delante, Tarde para la ira no ha sido el gran negocio. Pero su pasión por el cine le hace estar pletórica. «Creativamente, ha merecido la pena. Estamos muy orgullosos de lo que hemos hecho», destaca. Es una película especial. Lo es desde el rodaje. «Supimos que había una energía distinta, algo único. Raúl es un tipo muy listo y ha ubicado el filme en sitios que conoce a la perfección».

Una vez rodada, contactaron con un distribuidor (eOne), que apostó por ella enseguida. Llamaron a las puertas de los festivales y Venecia la incluyó en su programación. «Fue la primera vez que la enseñamos al público. Fue brutal». También ha estado en Toronto, Loncres, Estocolmo, Grecia y Francia. Ha ganado los premios Forqué (productores) y los Feroz (prensa especializada). Ahora quedan los Goya. En el sector se da por hecho que saldrá por la puerta grande. Si así sucede, «el Getafe habrá ganado al Barça». Palabra de Raúl Arévalo.