Hay varias pistas que arrojan luz a la trayectoria de B. A. Paris: un trabajo en el mundo de las finanzas, un matrimonio por el que lo abandonó, una larga estancia de años en París, cinco hijas y un síndrome de nido vacío del que se sobrepuso escribiendo novelas de intriga. Detrás de esta británica de 60 años está uno de esos éxitos editoriales fulminantes que llevaron a su primer trabajo, Al cerrar la puerta, a convertirse en superventas. Ahora, presenta la segunda, Confusión (Alianza de Novelas), otro thriller en el que nada es lo que parece.

Asegura que siempre se había imaginado escribiendo en el futuro, pero fue arrinconando ese deseo hasta que una de sus hijas, hace unos 10 años, supo de un premio literario y la animó a ponerse manos a la obra. «Empecé casi como un juego, escribí una novela y luego otra, y todas se quedaron en el cajón hasta que una editorial aceptó Al cerrar la puerta sin conocerme». Dicho así parece fácil, pero hay más datos que hacen el dibujo menos claro. Para empezar, la experiencia de Paris en novela policiacas se reduce a su pasión adolescente por los enigmas de Agatha Christie y en la actualidad apenas lee novela negra.

Confusión nace de una experiencia de la autora. «Ocurrió cuando yo volvía a casa conduciendo y me sorprendió una gran tormenta. Pensé qué ocurriría si en esa situación viera un coche averiado. ¿Llegaría a detenerme para ayudar? Si no me paro me sentiré muy mal, pero si lo hago, a lo mejor es una trampa. Y todo un dilema». A ese dilema al que se enfrenta la protagonista desde las primeras páginas se une la confusión mental en la que se ve sumida y es que alguien, intuyen los lectores, le debe de estar haciendo luz de gas. «Tengo varias amigas con padres que padecen demencia senil y están muy preocupadas también de padecerla. Yo mismo pienso en ello, porque me hago mayor y se me olvidan las cosas pequeñas. Quería explotar ese miedo».