Sara Ballarín (Huesca, 1980) comenzó autoeditandose sus libros hasta que una editorial se fijó en la calidez que transmiten sus historias. Esta joven escritora ha presentado ahora su tercera novela con Suma, El vuelo de Lena, una historia sobre la relación entre una nieta y su querida abuela, que al fallecer le lega un diario que ayudará a la protagonista a sobrellevar sus propios dramas personales.

-El libro comienza describiendo una situación en la que muchos se pueden sentir reconocidos…

-Ni siquiera lo pensé, pero me salió solo y me gustó el hecho de que la novela empiece con algo tan negativo, como es levantarse con mareos y tener ganas de vomitar después de una noche bebiendo. Es muy representativo de lo que es la vida de Lena: una mala resaca constante, porque su vida es totalmente gris y muy triste.

-El amarillo para Lena (la protagonista) es un color alegre, y la portada del libro es amarilla, aunque alegre no lo es mucho.

-Es un libro que tiene de todo. Hay momentos tristes y momentos alegres. A pesar de todos los momentos grises que hay, siempre quiero sacar a relucir el amarillo, es decir, lo bonito y lo positivo. Todo al final tiene colores, aunque haya días y momentos muy negros.

-Momentos negros que se concentran muy al principio del libro.

-Sí, empiezo intensita. Lena tiene un bagaje detrás muy potente y una situación personal muy fuerte. Esta historia necesita que el lector conozca desde el principio todas las piedras que la protagonista carga, que al final es el leit motiv de toda la novela. Todo lo que acontece después es debido a lo que le ocurre al principio y eso había que dejarlo claro desde un primer momento.

-¿Es partidaria de incorporar sexo explícito en sus novelas?

-Depende de la historia. De anteriores novelas que he escrito a esta hay un gran cambio. Aunque el sexo aparece muy pronto en la novela, son casi las únicas escenas de sexo que hay. Era una forma de reflejar que ellos están tan destrozados que solo pueden agarrarse a eso, al sexo. Es explícito por eso. Es la propia novela la que te pide cómo tiene que ser la escena.

-La abuela de Lena es el verdadero eje que sustenta su libro.

-Sí. Es debido a eso por lo que la novela empieza. La abuela de Lena, la yayi, antes de morir ve como su nieta se está destrozando por dentro y decide escribir sus memorias para intentar hacerle ver que en otra época ella misma había superado momentos difíciles. La novela parte de ese momento, cuando Lena recibe las memorias de su abuela, que son un legado generacional.

-Un legado del que luego se sirve Lena.

-Sí. Por un lado está la historia de la abuela de Lena, que se ambienta en Canfranc, porque ella es de allí y le va contando sus vivencias y momentos más importantes y es a partir de allí cuando Lena empieza abrirse a distintos aspectos de su vida. Las memorias de su abuela son el catalizador para que Lena comience a ver la vida de color amarillo.

-¿Cuál es el mensaje detrás de este relato?

-Nosotros, todos, somos el resultado de muchas casualidades y de otras personas que estuvieron antes que nosotros. Somos el fruto de las generaciones que nos precedieron y debido a todo lo que ha pasado en nuestra historia y como han vivido las generaciones anteriores, nosotros somos lo que somos. Debemos aprender de ello y mirar atrás para poder mirar al futuro de otra manera.

-Siempre le dicen que tiene una forma de escribir muy ligera y amena. ¿Le ha llegado a molestar esto?

-Para nada, para mí es un halago. Pretendo que sea ameno y se lea rápido. Quiero que el lector se entretenga no busco escribir libros que cambien la vida o que hagan pensar de manera muy profunda sobre el devenir de los acontecimientos (ríe). Siempre hay un mensaje, eso sí.

-¿En qué se diferencian sus libros?

-Todos los géneros tienen sus similitudes, pero en cada libro que escribes uno evoluciona y yo considero que este libro es este es un libro distinto a los he escrito antes. Ahora soy mucho más madura emocionalmente.