La realidad es que cuando Coque Malla y su banda se subieron al escenario del castillo de Aínsa ya tenía al público ganado de antemano. Con los compases de un recopilatorio de uno de sus referentes más obvios, David Bowie, el madrileño hacía esperar a un ansioso respetable, pero no fue hasta después de que sonara la cálida trompeta de Mo’ better blues cuando una figura envuelta en lentejuelas apareció en escena a contraluz. Con Escúchame y sus reminiscencias al gran Duque Blanco comenzó una actuación en la que volcó toda su pasión por el rock, sustentado por una portentosa banda.

La caravana Pirineos Sur regresó el sábado por la noche a Aínsa y certificó la beneficiosa alianza con el Festival Castillo de Aínsa, con las exitosas actuaciones de Coque Malla, Jenny and The Mexicats y La Plantación, que lograron reunir a casi 1.000 personas en el recinto instalado tras las paredes de la fortaleza.

No es ningún secreto que Malla, desde los comienzos de su carrera, procesa devoción por los riffs stonianos, pero con el paso de los años ha aprendido a añadir ingredientes propios de otros maestros del género; los mismos que han absorbido, por ejemplo, Bunbury o Calamaro: Bowie, Lou Reed y Bob Dylan. Pero el artista tan convencido está de su repertorio y de sí mismo (y es que el carisma lo mantiene intacto) que no duda en echar mano de una versión de Los Piratas (El equilibrio es imposible) ni a sus comienzos con Los Ronaldos (Guárdalo).

Los brazos al aire y la comunión con el público ya comenzó casi al principio del recital (Berlín), pero la unión perfecta llegó con esa recta final que encaró con No puedo vivir sin ti, Despierto y, ya en los bises, con Lo hago por ti y Me dejó marchar. Coque Malla llegó al Castillo de Aínsa, se adueñó del escenario y a continuación se sentó en el trono. Y allí se quedó.

Antes que el exlíder de Los Ronaldos, el encargado de abrir la noche y ahuyentar los malos augurios de chaparrón fue La Plantación, una banda con varios de sus miembros originarios del Sobrarbe. La expectación y la pasión de sus fans sirvieron como plataforma de despegue al grupo de Marko Zaragoza, que presentaba su primer trabajo, West-Mex-Ska. Si un concierto arranca con un tema que lleva como nombre U-Ska, ya ofrece muchas pistas de su sonido y lo que va a ofrecer. Y no defraudaron. Los pegadizos ritmos ska mezclados con la música americana y fronteriza resultaron los ingredientes perfectos.

Sin miedo y sin titubeos

No tuvieron una tarea sencilla Jenny and The Mexicats, que tuvieron que salir al escenario tras Coque Malla. Lo afrontaron sin miedo, sin titubeos, apostando por unas marcadas bases rítmicas y todo su conocimiento musical: una batidora que recurre tanto al rock, como al reggae o al jazz y la cumbia. Una fórmula de probada eficacia (tan cercana a Mano Negra, como a Ojos de Brujo o a Bomba Estéreo), pero que en sus manos sigue sonando vigorosa, adaptada a unos nuevos tiempos que tienen la mirada fijada en los ritmos latinos.

Desde el inicio con Desde me voy hasta el final con Verde, pasando por La Bruja, no ofrecieron tregua y no les costó hacer suyo al público que aún estaba en el Castillo de Aínsa.