Han pasado cinco años de Vivir es fácil con los ojos cerrados, luminosa y optimista comedia con la que David Trueba dejó de ser el eterno nominado al Goya. Se llevó seis galardones, entre ellos los de mejor película y director. Desde el 2013, el cineasta y escritor ha intentado levantar varias películas. Pero las puertas no se le abrieron de par en par. Consciente de que los hilos de la industria del cine los manejan las cadenas de televisión, el madrileño decidió no depender de nadie. No quería que ningún ejecutivo le dijera qué actores tenía que contratar o qué historia tenía que contar. Enarboló la bandera de la libertad, llamó a Lucía Jiménez y Fernando Ramallo y se lanzó a las carreteras de Burgos, Salamanca y Segovia para rodar Casi 40. Presentada en el festival del Málaga, la película es cine en estado puro. Un canto a las librerías, las ciudades pequeñas, la melancolía y al abismo que supone cumplir 40 años y comprobar que la vida no es lo que te habías esperado. A las salas llegará el 29 de junio.

Jiménez da vida a una cantante retirada que vivió la época dorada de la música, los conciertos y las discográficas. Ahora es madre de dos hijos y su vida profesional está de capa caída. Ramallo es su amigo de la infancia, la persona con la que disfrutó del éxito en los escenarios. Ahora él le propone coger el coche y la guitarra y hacer una gira por ciudades pequeñas para tocar en librerías y humildes locales. Los conciertos son una excusa para rememorar los viejos tiempos, la amistad y el amor, para hablar de la vida y de lo que se quedó en el camino.

«Los 40 son una edad en la que los pilares ya deberían ser de cemento y no de caramelo», explica Trueba, que está a punto de cumplir 50. El cineasta ha huido de los fuegos artificiales del éxito y ha querido homenajear a la clase media de la cultura y del panorama social: cantantes que no están en la cresta de la ola, directores de cine que no pretenden barrer la taquilla y empresarios que no despiden a empleados para obtener más y más beneficios.

Los dos protagonistas cuentan muchas cosas. Tanto con sus palabras como con sus silencios. Y también con las canciones que canta el personaje de Jiménez, una de ellas compuesta, precisamente, por Trueba cuando era adolescente.

GIMNASIOS Y LIBROS / «La gente va al gimnasio pero no lee un libro o un periódico en su puta vida», suelta el personaje de Ramallo en un momento del metraje, dejando claro uno de los objetivos de Casi 40: reivindicar la cultura en un tiempo en el que triunfan la superficialidad y la obsesión por el aspecto. «Las apariencias nos importan mucho, hay un esfuerzo desmedido por mostrar una cara positiva, feliz y bella», critica Trueba.

Casi 40 fue rodada a las bravas. En carreteras secundarias, estaciones de servicio, hoteles modestos y librerías con encanto. Ni el director ni los protagonistas sabían cómo acabaría la aventura. ¿Una película al uso? ¿Una cinta para internet? Una vez terminada, el festival de Málaga se enteró de su existencia. Casi nadie en la industria del cine sabía que había vuelto a coger la cámara. El comité seleccionador del certamen le llamó y le pidió verla. El autor pensó que la programarían en una sección paralela. Su sorpresa fue mayúscula cuando le dijeron que apostaban por ella para la sección oficial. Málaga ha acertado en su decisión. Casi 40 es una cinta pequeña. Cine de guerrilla. Como lo es Formentera Lady, de Pau Durà, o Las distancias, de Elena Trapé. Son también las tres mejores películas que compiten por la Biznaga de oro. Hoy veremos si el jurado así lo considera.